Sírvase usted mismo
Sírvase usted mismo
A LA CONTRA IR

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Sírvase usted mismo
Es día de concejo —en peligro de desaparición, por cierto— o, seguramente, sea uno de esos filandones improvisados que nacen cualquier mañana, basta que aparezcan unos pocos rayos de sol para que se pueda satisfacer la necesidad de aprovecharlos, la oportunidad de conversar, uno de esos impagables placeres que jamás entienden quienes se levantan con prisa y se acuestan con la necesidad de «dormir deprisa» para que no se detenga el contador de los kilómetros de la ansiedad.
Es día de reunirse para hablar. Conversaciones en las que probablemente no haya un hueco para Shakira, ni para García Gallardo, ni para la Preysler o una de sus hijas de uno de sus padres... mejor hablar del tiempo, de la vaca que parió en el monte pues ya bajan cada día a la cuadra, del arreglo del lavadero comunal o los cien trabajados años de alguna vecina... Suma alguna anécdota vieja de uno de esos paisanos que siempre están en boca de todos.
La puerta abierta, el paraguas apoyado a su lado por si el cielo no puede esperar y se pone a llover, que nunca se sabe. Y las madreñas de guardia, que esas no saben de sorpresas, son universales, para las cuatro estaciones.
Es día de reunirse para hablar. Conversaciones en las que probablemente no haya un hueco para Shakira, ni para García Gallardo, ni para la Preysler o una de sus hijas de uno de sus padres... mejor hablar del tiempo, de la vaca que parió en el monte pues ya bajan cada día a la cuadra, del arreglo del lavadero comunal o los cien trabajados años de alguna vecina... Suma alguna anécdota vieja de uno de esos paisanos que siempre están en boca de todos.
La puerta abierta, el paraguas apoyado a su lado por si el cielo no puede esperar y se pone a llover, que nunca se sabe. Y las madreñas de guardia, que esas no saben de sorpresas, son universales, para las cuatro estaciones.