04/09/2021
 Actualizado a 04/09/2021
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Ingenuo de mí. Pensaba que tras un mes desconectado del mundanal ruido y de esta cita semanal, algunos de los problemas que nos acechaban se habrían solucionado o al menos se habrían dado pasos firmes para ser solventados. Pero no, tenemos los mismos e incluso alguno de ellos más agravado.

Me iba de vacaciones registrándose un nuevo récord en el precio de la luz y un mes después, esos dígitos ya son historia para mal. Hemos entrado en efecto suma y sigue, sin saber dónde estará el límite. Más que la subida en sí de la factura, lo que me indigna es la tomadura de pelo por parte de los que tendrían que intentar solucionar este problema y de los que en su tiempo, cuando pudieron hacerlo, miraron para otro lado. El bombardeo de mensajes totalmente contradictorios e intencionados ha conseguido lo que pretendían, generar tal confusión entre la población que realmente ya nadie sabe la causa del problema y los culpables de la situación actual. Lo único que sí ha calado es que las eléctricas son supuestamente los demonios a los que hay que combatir. Si esto es así, entonces cómo se explica que decenas de políticos, incluidos presidentes del Gobierno, ministros y secretarios de estado, se han beneficiado durante décadas de las puertas giratorias del poder que les hicieron desembarcar en empresas del sector. Juzguen ustedes mismos.

Otro de los problemas que llevamos acarreando desde abril es el posible cierre de Inbiotec. El lunes concluye el plazo de negociación del ERE y ese mismo día desde la Consejería de Empleo e Industria de la Junta se presentará un plan para intentar, in extremis, evitar el apagón definitivo de este instituto de biotecnología ubicado en León. Crucemos los dedos y esperemos que aunque sea en los minutos de descuento, la Junta y el resto de actores protagonistas consigan evitar el cierre.

Comentario aparte merece la Mesa por León. El último avance, por llamarlo de alguna manera, es el aporte de 80.000 euros de la Junta para definir el plan estratégico de la provincia para los próximos diez años. Eso sí, falta que otras instituciones aporten el otro 50 % restante necesario para costear la elaboración de dicha estrategia. Esperemos que el compromiso de unos y otros vaya más allá de estas migajas. Si se va a tardar dos años en tener un plan estratégico, no quiero pensar en los plazos de la supuesta posterior ejecución y la correspondiente necesidad de fondos para materializarse. En definitiva, llevan los comensales año y medio sentados a la mesa y todavía no han sido capaces de elaborar la carta para pedir el menú.
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