Silvia Abad: "Quizás escribo porque no sé hacer películas"

La poeta valenciana se incorpora a la lista de jóvenes escritores menores de 35 años y vinculados a León que integran la nueva colección ‘A cuentagotas’ impulsada por la Concejalía de Juventud a través del programa es.pabila

Joaquín Revuelta
27/02/2021
 Actualizado a 27/02/2021
La poeta valenciana afincada en León y actualmente residente en Lyon, Silvia Abad Montoliú.
La poeta valenciana afincada en León y actualmente residente en Lyon, Silvia Abad Montoliú.
'Continente' (Eolas ediciones), el libro de poemas de la escritora valenciana afincada en León y actualmente residente en Lyon, Silvia Abad Montoliú, es el segundo título de la colección ‘A cuentagotas’ que promueve la Concejalía de Juventud, a través del programa de ocio alternativo es.pabila, un proyecto que nace con criterios de calidad y con vocación de continuidad bajo la supervisión de Eloísa Otero y con diseño exterior y portadas a cargo de la fotógrafa y diseñadora gráfica Rocío Álvarez Cuevas.

– Cuenta Eloísa Otero, coordinadora del nuevo proyecto editorial de la Concejalía de Juventud a través del programa es.pabila, que escribe poesía «a cuentagotas», por lo que de alguna manera estaba predestinada a formar parte de esta iniciativa que incluye a escritores jóvenes y cuyo poemario ‘Continente’ es el segundo libro de la colección.
– Realmente yo también creo que escribo a cuentagotas, ¡escribo poquísimo! Pero es porque me niego a intentar forzar la máquina; no creo que se puedan usar los mismos métodos para escribir poemas que para sacarse unas oposiciones.

– Por lo que explica la editora fue en marzo de 2020 cuando le pidió un nuevo poemario para el proyecto editorial de es.pabila. Un mes y un año muy especiales marcados por la pandemia y el confinamiento. ¿Cómo influyeron esas circunstancias excepcionales en la elaboración del manuscrito?
– Al principio me preocupaba, porque hacía bastante tiempo que me costaba escribir algo y quedarme a gusto y creía que no iba a poder entregarle nada que me pareciese decente, pero tuve la suerte de poder pasar el confinamiento tranquila en todos los aspectos, por lo que al principio descansé, me recuperé, me cuidé... y sin darme cuenta todo volvió a su cauce. Todos necesitamos eso, pero nunca se puede hacer. Y para mí ese momento fue el confinamiento. Poco a poco fueron saliendo poemas y de momento parece que la máquina aún funciona; resulta que sólo necesitaba pausar todo.

– Trabaja y reside en la ciudad francesa de Lyon. ¿Cómo es su relación con el país vecino, pues veo que en el libro hay poemas en francés y en español?
– Me encuentro bien aquí, ya casi no quedan restos de mi barco. Pero si hay poemas en francés en ‘Continente’ es simplemente porque trabajo sobre libros que recupero aquí, aunque me hubiese gustado haber trabajado textos en español. Por otra parte creo que es necesario que sea así: ‘Continente’ cuenta un naufragio, un proceso, y para mí ese viaje fue bilingüe.

– Otro aspecto que me llama la atención de su trayectoria son sus estudios de cine como Erasmus en Estrasburgo. ¿Qué ha aportado el cine a su vida y más en particular a su poesía?
– Para mí el cine es un arte redondo, puede expresar todas las cosas que pasan. Me obsesionan las imágenes porque no sé explicarlas, y me obsesiona la poesía porque dice imágenes; hay momentos en los que las cosas armonizan por sí solas y en el cine, al igual que en la poesía, de vez en cuando alguien consigue describir, reproducir ese momento. Quizás escribo porque no sé hacer películas.

– Durante su estancia en León estuvo muy implicada en la vida cultural de la ciudad, ¿lo está siendo igualmente en Lyon?
– Empiezo a implicarme. Echaba mucho de menos tener eso, para mí era muy valioso. Y aunque no sea lo mismo, porque nadie sustituye a nadie, llena un poco ese huequito. Con los confinamientos, el toque de queda... todo está un poco en standby, pero he conocido a bastante gente que está haciendo cosas interesantes aquí; los hay que editan fanzines o llevan revistas literarias, otros hacen drag, dirigen obras de teatro o imparten talleres de escritura en los que nos salen textos bastante curiosos... y al estar en contacto con ellos me voy enterando de festivales, eventos y demás, claro. He encontrado sitios donde puedo tener un poco de aquello, aunque echo de menos vivirlo con mis amigos.

– Entre su primer poemario, ‘La noche que dejó de ser un animal’ y ‘Continente’ han transcurrido casi cinco años. ¿Cómo ha evolucionado su poesía en ese tiempo?
– Apenas escribí durante ese tiempo; cuando hablo de un desmemoriado que se despierta en la arena sin entender nada, hablo en serio. Como casi no escribía y cuando escribía nunca me convencía, jugaba; por eso empecé a rebuscar en los textos de otros. Creo que ‘Continente’ es el diario de un proceso hacia algo más, o eso me gusta pensar. Es un cuaderno de viaje, trabajo de campo. ‘Continente’ es un mapa.

– No termino de captar muy bien la idea de ese proyecto al que alude Eloísa Otero en el que sigue trabajando sobre un libro que encontró en Luxemburgo y al que ¡¡¡arranca las páginas!!!
– Probablemente sólo exista esta copia (o muy pocas), es una auto-edición, escrito íntegramente a máquina y parece ya algo viejo... fui a pasar el día a Luxemburgo y lo encontré en la calle; es un manual pseudocientífico de nutrición, dice cosas como que tenemos unos gusanos microscópicos en las tripas, que hay que hacerse lavativas y beber batidos de hierbas para expulsarlos, que somos infelices porque tenemos esos gusanos... me lo quedé expresamente para trabajar sobre él porque me pareció que el vocabulario que usaba me podía ser útil y que podían salir cosas curiosas de ahí. Escojo una página al azar, hago frases cogiendo una palabrita de aquí, otra de allá... arranco la hoja y pinto alrededor. Al principio me daba pena, pero me di cuenta de que era porque trataba a los libros como si fuesen un tesoro por el mero hecho de que eran eso, libros. Trabajé en una biblioteca y cuando alguien doblaba un poco la esquinita de un ejemplar y yo lloriqueaba, mi compañera me decía: «Silvia, tenemos que dejar de sacralizar los libros». Sigo adorando los libros, pero creo que tiene razón; el libro en resumidas cuentas es un objeto y ya, está para usarlo (con moderación). De hecho hace poco destrocé una copia de ‘La noche que dejó de ser un animal’ para una cosa; quería jugar conmigo misma, qué pillina.
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