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Ser y sentirse de pueblo

06/05/2023
 Actualizado a 06/05/2023
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Sí, soy y me siento de pueblo. Ojo, que nadie entienda esa afirmación como un gesto de superioridad. Cierto es que no hace mucho la expresión ‘ser de pueblo’ se utilizaba en muchas ocasiones con una intención peyorativa, pero no voy a caer yo en el mismo error a la inversa. Ser de pueblo no es ni mejor ni peor que ser urbanita, simplemente es diferente. Lo que es evidente es que los sentimientos son los que son y están escritos con tinta indeleble en una parte recóndita de nuestro cerebro. Quizás por ello, no me canso de sentirme orgulloso, en cualquier foro en el que participe, de mis orígenes.

Los avatares de la vida te hacen a veces separarte físicamente de tu pueblo, pero siempre estará ahí. Es más, cuando por motivos laborales o lúdicos visitas otra pequeña localidad es como si entraras en tu zona de confort. Aunque en el cartel de entrada al pueblo no esté escrito Valencia de Don Juan, hay una parte de mí que es como si estuviera en casa. Esta sensación me ocurre, por ejemplo, cada vez que voy al pueblo asturiano de Tineo, donde vivió y creció mi mujer. Y esto mismo me sucedió hace unos días cuando participé en una actividad en La Pola de Gordón.

Un proyecto de alfabetización mediática, impulsado por el Colegio Profesional de Periodistas de Castilla y León y la Consejería de Educación, me llevó al instituto de La Pola de Gordón para contar a una veintena de sus alumnos qué es el periodismo y el papel esencial que desempeña en una sociedad democrática. Tengo que reconocer que iba con el colmillo afilado y a la defensiva debido a la mala experiencia que había tenido hacía unas semanas en esta misma actividad realizada en un centro de León capital. Pero nada más cruzar el umbral de la puerta algo me dijo que todo iba a ser diferente. Al mirar a esos jóvenes e intercambiar algunas palabras con ellos retrocedí al instante hasta mediados de los noventa para sentirme que estaba en el instituto Fernando I de Valencia de Don Juan.

No encuentro las palabras exactas para explicarlo, pero a pesar de la brecha generacional existente entre los alumnos de La Pola de Gordón y el que les escribe, me sentí como si fuera uno más de ellos, un miembro más de su comunidad. Fue un reencuentro conmigo mismo y con mis orígenes. Una vuelta al pueblo con mayúsculas, ya que considero que el nombre de la localidad es lo de menos. Lo esencial e importante son los valores arraigados desde hace siglos en los pueblos, que dotan a sus habitantes de una impronta única y de la que yo, al menos, me siento orgulloso.
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