Gradefes enciende sus cirios al regreso de Cristo

El monasterio de Santa María la Real fue escenario para el acto litúrgico previo a la Resurrección

31/03/2024
 Actualizado a 31/03/2024
La lluvia impidió en esta ocasión la celebración habitual del acto en el claustro del templo monástico. | MAURICIO PEÑA
La lluvia impidió en esta ocasión la celebración habitual del acto en el claustro del templo monástico. | MAURICIO PEÑA

Es la «madre de todas las liturgias» en palabras del sacerdote que encabeza el acto en un templo católico prolijo. Y es que el monasterio Santa María La Real de Gradefes de Rueda data del siglo XII. Habitado por más de una docena de monjas cistercienses, es uno de los pocos lugares sagrados rendido al culto femenino de esta orden. Cada año, el sábado previo al domingo de Resurrección, el monasterio abre sus puertas a vecinos y vecinas de la localidad para celebrar el regreso de Cristo en la ceremonia de Vigilia pascual, dividida en un itinerario de cuatro partes que arranca con el Lucernario y el pregón pascual para continuar con la liturgia de la Palabra y la liturgia bautismal hasta finalizar con el memorial a la Muerte de Cristo y su Resurrección

«Lo que enciende hoy la luz en la tiniebla es el cirio pascual», pregona el sacerdote en los instantes previos a la puesta en marcha del Lucernario, que convoca a alrededor de cincuenta devotos en la capilla del templo. La lluvia impide en esta ocasión la celebración habitual del acto en el claustro del templo monástico, que traslada el encendido y bendición del fuego a su entrada, donde los asistentes prenden a modo de representación de Cristo resucitado. La procesión que en años anteriores se traslada desde el claustro hasta el escenario de la misa litúrgica entre la oscuridad de «las tinieblas», guiada por la luz del cirio pascual, realiza esta vez su trayecto en un templo encendido. Desde su puerta de entrada, con el fuego todavía encendido a la espera de amenizarse, integrantes de la orden, sacerdotes y devotos caminan al son de sus palabras. «Luz de Cristo», relata el sacerdote, micrófono incluido. «Demos gracias al señor», responden sus fieles en un tono armónico que viene acompañado de la seriedad cómplice de sus rostros. 

La procesión termina en la capilla, donde las monjas ocupan sus asientos en la sillería y los asistentes aguardan al comienzo de la misa, esperando el momento de la liturgia bautismal. En la primera de sus líneas de bancos, bajo un techo azulado que parece emular el cielo, una niña viste por completo de blanco, a punto de recibir el primero de los sacramentos de la religión en el rito protocolario de admisión y entrada oficial al cristianismo. A estas alturas del acto, la captura de imágenes ya no está permitida y la salida del templo trae de acompañante al perfume que todavía puede apreciarse, fruto de los resquicios del fuego bendecido durante la primera de las partes de la Vigilia pascual que da la bienvenida a Cristo en la celebración más importante del año para la mayoría de confesiones cristianas.

 

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