"Se humilló de forma cruel a los vencidos"

Ayer se cumplían 80 años del comienzo de la Guerra Civil y en la inauguración del curso de verano que sobre ella se celebra en Cistierna quedó claro que aún queda mucho que contar. El papel de la Iglesia centró esta primera jornada

Fulgencio Fernández
19/07/2016
 Actualizado a 12/09/2019
Una imagen habitual de la España franquista, el dictador Francisco Franco paseando bajo palio, en este caso en el Santuario leonés de La Virgen del Camino.
Una imagen habitual de la España franquista, el dictador Francisco Franco paseando bajo palio, en este caso en el Santuario leonés de La Virgen del Camino.
La casualidad quiso que ayer, día 18 de julio de 2016, se inaugurara en Cistierna un curso de verano dedicado a profundizar en la Guerra Civil, que ‘estalló’ otro 18 de julio, el de 1936. El director del curso, el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de León, Javier Rodríguez, reconocía que no fue buscada, «pues siempre lo comenzamos el lunes», pero le da «otro motivo más a este curso, aunque no el más importante. Han pasado ochenta años pero es evidente que nos queda mucho por analizar, por reflexionar, incluso diría por aprender». Aún quedan muchos aspectos por estudiar, como «se veré en este curso» y como ya se vio ayer mismo en am ponencia de Enrique Berzal de la Rosa.

El curso fue inaugurado por el alcalde de Cistierna, Nicanor Sen, y la directora de relaciones institucionales de la Universidad de León, Raquel Domínguez. Los dos apostaron por la continuidad de este curso que este año tiene 37 matriculados de León, Asturias, Galicia y un estadounidense que viene de forma expresa al mismo. Incidieron en la importancia de que iniciativas como ésta también lleguen a la provincia y contribuyan a dinamizar su vida cultural y académica.

La falsa memoria creada por el franquismo tardó mucho tiempo en ser contrarrestada.
Para contextualizar el curso ofreció la primera ponencia su director, Javier Rodríguez, con el título de ‘Historia, memoria y mito de la Guerra Civil’. El profesor de la ULE fue contundente al afirmar que «la Guerra Civil ha sido el hecho más dramático y traumático de la historia de España del siglo XX. La guerra marcará violenta y permanentemente tanto la memoria de sus protagonistas directos e indirectos como la de sus descendientes y la de todas las generaciones futuras. Tras el fin de la guerra lo terrible de la situación de posguerra fue que mientras los vencedores pudieron dedicarse plenamente a superar sus pérdidas, los derrotados fueron estigmatizados de por vida, condenados al olvido y al silencio».

E ilustra esta afirmación inicial con detalles muy significativos, como el hecho de que «los vencedores abusaron de la evocación del triunfo, día tras día desde el 1 de abril de 1939 hasta el 20 de noviembre de 1975. Humillación para los vencidos que se producía 18 de julio tras 18 de julio, fecha que fue convertida en fiesta nacional por los vencedores; 1 de abril tras 1 de abril, fecha en la que nunca se conmemoró la paz sino la victoria, en la que se repudió la reconciliación, se exaltó sin medida al triunfador y se humilló sin límite al derrotado».

Cree Javier Rodríguez que el franquismo jamás pensó en una política de honrar la memoria sino de crear un verdadero mito sobre la contienda. «Esta mitología se cimentó, en lineas generales, en demonizar primero, y hacer desaparecer después, la memoria de la IIRepública y así poder consolidar una nueva memoria colectiva afín a sus postulados políticos. Cuando se pusieron los fundamentos del régimen democrático actual hacía cuarenta años que en la opinión pública se iban recreando sin descanso los postulados franquistas sobre el origen de la Guerra Civil y las propias características del régimen. Durante la transición de la dictadura a la democracia el recuerdo de la Guerra Civil y la necesidad de consolidar un régimen democrático condicionó la posibilidad de desarrollar una política de la memoria que enlazase con la tradición democrática anterior».

También forma parte de la creación del mito la propia «figura del Caudillo, y evitar nombres como Sublevación militar y la terminología elegida para enmascarar la realidad de lo ocurrido».

El último paso de su ponencia fue analizar los últimos años, la llamada transición y sus circunstancias. «En esta etapa el recuerdo de la Guerra Civil y la necesidad de consolidar un régimen democrático condicionó la posibilidad de desarrollar una política de la memoria que enlazase con la tradición democrática anterior. Tampoco cuando la democracia ya estuvo consolidada las instituciones tuvieron interés en desarrollar una política de la memoria propia, basada no sólo en la exaltación de los valores democráticos sino, también, en la reivindicación de aquéllos que habían luchado contra el franquismo y que, con su esfuerzo, fueron una pieza esencial en la instauración de la democracia. Es decir, durante mucho tiempo, la falsa memoria recreada por el franquismo no se vio contrarrestada institucionalmente con una nueva política de la memoria sustentada en referentes democráticos pasados y presentes».

Hubo graves roces entre falangistas y catolicos a causa del reparto de tareas en el llamado Nuevo Estado.
La otra ponencia de la primera jornada corrió a cargo del profesor de la Universidad de Valladolid Enrique Berzal, quien habló de ‘Iglesia y Guerra Civil. Legitimación en un ambiente tenso’, en el que puso sobre la mesa algunas de las recientes investigaciones en este campo. Abordó Berzal dos facetas muy relevantes para conocer el papel jugado por la Iglesia durante la Guerra Civil: «De un lado su apoyo legitimador a la sublevación militar y alllamado Nuevo Estado franquista, creado durante la guerra y asentado definitivamente con la victoria de los sublevados; y tambiénlas diversas tensiones generadas entre el estamento eclesiástico -Vaticano incluido- y los gobernantes a propósito de la supuesta catolicidad del Régimen y del papel atribuido en el mismo a la Falange».

Sobre el primero de los aspectos, el papel legitimador de la guerra desde la Iglesia española reconoció que, por lo general, «está bien documentada y existe un amplio consenso en torno a las causas y consecuencias de la misma;sin embargo, los episodios de tensión política entre Iglesia y Franquismo durante la contienda no gozan de tanta popularidad historiográfica». Y expuso las investigaciones más recientes sobre el tema, para explicar que «cada vez están más y mejor documentados aspectos como los roces entre falangistas y católicos relativos al reparto de tareas dentro del Nuevo Estado y a una evidente rivalidad de espacios políticos y sociales a dominar».

Una buena parte de la ponencia de Berzal de la Rosa estuvo dedicada a analizar la persecución religiosa en ambos bandos. También en este campo se refirió a las aportaciones más recientes «sobre la crueldad clerical en los procesos de represión y depuración franquista, pero también a las evidencias de solidaridad eclesiástica con republicanos perseguidos, y abundaremos en los conflictos entre la Iglesia y el partido único en múltiples facetas: educativa, sindical, cultural, política… Recientes investigaciones sobre, por ejemplo, el cardenal Isidro Gomá, el prelado Fidel García o el polémico cardenal Segura dan cuenta de estos problemas, si bien no debe olvidarse que en la época que nos ocupa no puede hablarse de tensiones políticas entre la Iglesia católica y el Estado a la altura del conflicto radical que presidió la Segunda República». Hoy continúan las ponencias sobre diversos aspectos de la Guerra Civil.
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