Este jueves, Cines Van Gogh retransmitirá la grabación del montaje de Damiano Michieletto. El reconocido director veneciano superó toda suerte de dificultades; probablemente la mayor fue la dispersión del escenario. Por motivos sanitarios, los intérpretes no podían tocarse nunca, ni siquiera en los momentos más apasionados, y tenían que esparcirse a lo ancho de sus 1.500 metros. Así, la única forma de lograr tensión e intimidad fue mediante las proyecciones de vídeo, encargadas a la productora Indigo Film, responsable de ‘La gran belleza’, de Sorrentino. En la pantalla se muestran pensamientos, sueños, recuerdos y estados de ánimo de los personajes.La acción se sitúa en la década de los 70, con coches clásicos y un vestuario propio de Las Vegas (lentejuelas, patillas a lo Elvis). El Duque de Mantua es un mafioso que lidera a una banda de gángsteres, una visión bastante certera del despreciable noble –mujeriego, corrupto, violento, cruel– del texto original de Francesco Maria Piave, basado en ‘Le roi s’amuse’, tragedia de Victor Hugo. En la corte, el tenor hace y deshace a placer, con la complicidad de Rigoletto, un bufón jorobado. Aquí lo encarna el barítono romano Roberto Frontali (1958), en el mejor momento de su carrera. La joven Rosa Feola (1986), de voz inmaculada, se corona como Gilda –hija secreta del compinche– en la ciudad que la ha visto crecer como cantante. Aunque la sorpresa más grata llega de la mano del peruano Iván Ayón Rivas (1993), perfecto como el Duque. Apenas unos meses antes, en su debut en España con ‘L’elisir d’amore’ en Gran Canaria, la prensa lo comparó con su compatriota Juan Diego Flórez por su bello timbre y su contagiosa energía.
No menos mérito hay que reconocerle a la batuta de Daniele Gatti (1961). El milanés, ex titular de la Ópera de Zurich y el Concertgebow de Amsterdam, logró empaque, unidad y tensión de una orquesta mucho más separada de lo habitual, al aire libre. Al estreno, con entradas agotadas, asistió el presidente de la República.