Relatos de una vida en Cacabelos

Primera e imprescindible inmersión del poeta Jose Yebra en la narrativa. 'Cacabelos stories' es y será un libro con el que volar hacia el recuerdo de lo perenne

Ruy Vega
28/03/2021
 Actualizado a 28/03/2021
Portada del libro  'Cacabelos stories', junto a otras obras,  en la mesa de Ruy.
Portada del libro 'Cacabelos stories', junto a otras obras, en la mesa de Ruy.
Me detengo en la lectura. Suspiro. Sonrío. Inspiro con fuerza. Me levanto y pongo algo de música rock a un volumen ciertamente alto. Abro de nuevo el libro. Las palabras me golpean recuerdos, me llevan a instantes casi olvidados, a una época que no viví, pero que poco se diferencia de la mía. Papá, hoy te hablo de un libro especial; hoy te hablo de ‘Cacabelos stories’.

Cuántas tardes pasamos allí juntos, ¿verdad? Cuántas… Incontables. Aquella casa, cerca del cuartel de la Guardia Civil, todavía guarda risas en sus entrañas, esconde abrazos, vuela en sueños. Quizá por eso me hace especial ilusión esta nueva ‘Carta a ninguna parte’. Su autor es Jose Yebra, a quien ya conocerás bien, pues de él te he hablado en otras ocasiones. Con este libro da el salto de la poesía a la narrativa, aunando en un único ejemplar varias historias y relatos que tienen un punto en común y confluyente: Cacabelos. Yebra da el salto, a lomos de los versos que siempre le han empujado, hacia el relato. Todo ello, siendo consciente de que el que lleva un alma de poeta en su interior no le queda más remedio que regresar, una y otra vez, a sentir las rimas en el viento de la percepción, a añorar el doble sentido de los versos y la fuerza del sentimiento.

Papá, este libro ya solo por el título seguro que desearás leerlo; si además es de un cacabelense ya no únicamente de sangre, sino también de corazón, mucho más. Dice el autor que cuando eres de allí, a los pocos minutos de hablar con alguien, consciente o inconscientemente, lo dices. Estoy de acuerdo con él. Es más, le robo su reflexión y la extiendo al conjunto de todo el Bierzo. ¿Sabes? Voy a confesar una cosa. Yo llevaba, durante mis estudios en la Universidad, una bandera del Bierzo en la carpeta que ocupaba casi una cubierta entera. (Solo quedaba un hueco para el logotipo de un grupo de rock, que también figuraba).

No importa dónde comienzan los relatos de Yebra vividos en primera persona en este libro, tampoco importan los que ha adoptado del recuerdo de terceros, seguramente contados a la luz del fuego con un vaso de vino en la mano, ni mucho menos es relevante cuáles incluyen algo de ficción para enlazar vacíos en la historia. No, no importa. Porque lo que lees es vida, sueños, dolor, amor y juventud. Lo que leo, repito, y esta vez con mayúsculas, es vida. Vida de Jose Yebra, pero también vida de parte de la historia de Cacabelos. Quizá, ahí lo dejo, se debería leer en su instituto para que todos los jóvenes conocieran cómo fueron los días por aquel entonces en las mismas calles que ahora ellos surfean con teléfonos móviles, aplicaciones, televisión de cien canales y poca, poca realidad.

Como siempre, tengo anotados algunos de los relatos y frases que más me han gustado. Y como siempre, me quedará corta esta carta para incluirlos todos. Pero no importa, pues sé que lo relevante es abrir boca. Por ejemplo, el primero de ellos, ‘Tras el envero’, me ha encantado. Qué mejor manera de comenzar que con algo así. Para disfrutar, sin duda.

Yebra es directo, papá, tal cual lo es con su poesía urbana y casi ‘rock-alternativa’ (desconozco si existe el término ‘poesía rock’ para definir un estilo, si no, permíteme que lo use igualmente), con sus relatos no esconde ni oculta, presenta y muestra. Habla con sus pensamientos tal cual habla contigo, y yo que tengo el placer de conocerlo sé que es precisamente realidad. Como muestra, las primeras líneas ‘In my mind, my dreams are real’, donde dice: «Ha llegado al fin el momento de dejarse de gilipolleces de una puta y definitiva vez». Hago un pequeño gran salto para llevarte hasta otro ejemplo que encontrarás, cuando tengas la fortuna de tenerlo entre tus manos (quién sabe lo que hay allí donde ahora te encuentras), al final del libro. Se trata del inicio del relato ‘¿Conmemoración?... No consigo recordar’: «Estúpido recuerdo, pútrido y maloliente; fantasía esquilmada y vicio de enganche que justificará odioso plagas venideras… ¡Yo te maldigo!».

Entre estos instantes atrapados en hojas en blanco también hay momentos para lo esencial. ¿Y qué es lo esencial? Tú y yo lo sabemos, no tenemos ninguna duda. Hablamos, por supuesto, del recuerdo, del ‘no olvido’, de la sonrisa cuando escuchas el nombre de quien ya no está. Así acaba ‘Esquelas’, otra de las magias en el libro: «Por eso sigue conmigo, está a mi lado, porque nunca la despedí y procuro hablar con ella cada día. Y sé que ella, a su manera, me escucha desde aquel cariño, desde aquella paciencia». Bravo, Jose, bravo.

Me quedo también con frases que, si no fuera por longitud, serían dignas de un tatuaje; pero que de momento las llevaré cosidas en lo imprescindible, sujetas en el realismo de una buena reflexión. Y le robo, para no olvidar, lo que escribe en ‘As is from a distance’: «Yo no pienso en ello, la verdad, vivo al día y trato de dejar que las demás personas vivan sus vidas sin interferir negativamente en ellas. Lo intento, digo, a diario».

Hago ahora un paréntesis para destacar un nuevo relato que debes leer, papá. Se trata de ‘Una mañana en la estación de autobuses de Ponferrada’, uno de los pocos que van más allá de la frontera que marcan su juventud y las viñas del entorno que lo vio volar en la niñez. Fantástico. Venga, te menciono otro más por si quieres leerlos ya desde el comienzo, pues en este libro, como en los discos (vuelvo al rock una vez más), puedes escuchar las piezas que componen el todo en el sentido que tu ánimo considere y elija en ese instante de tu vida. Te llevo hasta ‘La máquina de coser abandonada’. Sencillamente un relato gigantesco. Gi-gan-tes-co.

Y es así, poco a poco, como nos sumergimos en un lugar y un tiempo que el autor ha vivido y tiene en fuego de felicidad, aunque historias tristes alberge. Hay una especial que no quiero mencionar para animar a su lectura. Lágrimas, sinceridad, eternidad.

Como te comentaba, no fueron días que yo viví, en este caso en mi ciudad, pero sí días que poco se distinguen de los míos, pues en cada línea he sentido el escalofrío del que regresa a un tiempo que ojalá, con sus penas y sus glorias, con sus noches y sus amaneceres, con su calor y sus tormentas, volvieran.

Este libro, cuyo título menciona un lugar del que ambos guardamos diarios de felicidad, te encandilará. Caminamos juntos por aquellas calles, hablamos de esto y de aquello, fuimos a ver el río, paseamos, subimos y bajamos la cuesta de la cooperativa, con el coche, una y mil veces. Este libro me ha traído recuerdos, me ha llevado hasta una época, ahora infinita, al que desearía regresar.

Me voy ya despidiendo, voy regresando a la realidad. Apago la música, apago el ordenador portátil, suspiro y dirijo mi mirada hacia el suelo. Me levanto, cojo el ejemplar que he tenido entre mis manos para escribirte esta carta y lo dejo en la estantería donde coloco todos y cada uno de los libros que te he mostrado en cada ‘Carta a ninguna parte’. Lo sitúo al final de la fila. Sonrío. Toco su lomo. «Volveré contigo», le digo.

Y así, una vez más, cierro estas líneas, con una frase que llevo en el fuego del alma: «No es inmortal el que nunca muere, sino el que nunca se olvida». Y leyendo alguno de los relatos de ‘Cacabelos stories’ me reafirmo, pues me convencen una y otra vez.Gracias, Yebra. Con tu libro he volado en el tiempo a lomos de lo imperecedero.
Lo más leído