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Regresa el pasado como suele

26/04/2020
 Actualizado a 26/04/2020
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Los aficionados a las ficciones basadas en hechos reales se preguntan cuánto tardará esa novela o esa película que dé cuenta de esta calamidad, que la convierta en algo relatado, asumible, algo que consiga someter la alucinación. Eso ya se ha hecho. Veo estos días ‘Chernobyl’ (sirva de recomendación para la sección de este periódico), una de esas series magníficas, una gran película de cinco horas dividida en capítulos. Me advirtió un amigo: es excelente. Si no la han visto, seguro que pueden recordar o informarse sobre aquel accidente nuclear que este 26 de abril cumple treinta y cuatro años y a punto estuvo de emponzoñar Europa entera y mató, enfermó o arruinó la vida de multitud de inocentes expulsados de su hogar o conducidos allí para salvarnos. Las similitudes abruman: un incidente imprevisto pero avisado por las casandras de siempre, una amenaza letal que al principio no era creíble porque no podía verse, una enfermedad que se llevó a muchísimos de una manera cruel y súbita, que continuó después, que continúa todavía, mandatarios desbordados buscando con desesperación el consejo científico y no siempre dispuestos a seguirlo, víctimas inocentes y personas que se sacrificaron. ‘Chernobyl’ retrata al ser humano en medio de un desastre. Quienes intentan silenciarlo y escurrir el bulto, los que se acobardan y los héroes que nunca quisieron serlo y nos salvan a todos de forma anónima y resignada. Qué sería de nosotros sin aquellos que hacen lo que debe hacerse.

Algunos recordamos lo que sucedió a la escala que lo vivimos: el secretismo soviético y la mortífera contaminación que denunciaron los países nórdicos, cómo la verdad se abrió paso, las diarias noticias sobre el cataclismo, la angustia de la descomunal nube tóxica y cancerígena que se abalanzaba sobre Europa, la ansiedad con que esperábamos el parte meteorológico para saber si el viento traía la muerte hacia nosotros o la mandaba al océano. Era evidente que la energía nuclear podía destruirnos.

Mi hija pequeña tiene la edad que yo tenía entonces. El pasado no previene sobre el futuro ni amortigua sus golpes; ni siquiera lo presagia. Pero el futuro suele reflejar una imagen borrosa de aquel. Y lo hace cuando ya no importa, como cuando nos miramos al espejo y vemos a nuestro padre, a nuestra madre, y solo entonces empezamos a entenderlos. El futuro convierte en familiares los fantasmas del pasado. Muchos comentan que las cosas cambiarán una vez termine o se aplaque la pesadilla de estos meses. La crisis del coronavirus ha de fortalecer los servicios públicos, la ciencia y la investigación, la solidaridad entre los países, hacia los que menos tienen... Se oye decir que aprenderemos de esta crisis y que cuando salgamos todo será diferente y mejor. Los reactores no dañados de la central de Chernóbil siguieron funcionando catorce años más. ¿Les suena Fukushima?
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