Realismo mágico en el Congreso Eucarístico

Miguel Marinas, leonés de toda la vida nacido en Bilbao y residente en Madrid, falleció solo unos días después lanzar su novela más esperada

Fulgencio Fernández
09/03/2022
 Actualizado a 09/03/2022
Miguel Marinas, fallecido en 2021, y su último libro, ‘Mano de santo’, en el que recrea sus años en León y hoy se presenta en El Gran Café. | L.N.C.
Miguel Marinas, fallecido en 2021, y su último libro, ‘Mano de santo’, en el que recrea sus años en León y hoy se presenta en El Gran Café. | L.N.C.
Leonés de toda la vida, nacido en el País Vasco, habitante de Madrid, catedrático de Ética y Filosofía Política en la Universidad Complutense, cofundador de la revista El rapto de Europa. Disfrutador, reidor, ingenioso, políglota. Cantaba, desde canción asturiana hasta corridos (era muy apreciado en México, a donde viajaba con mucha frecuencia como profesor y conferenciante), chanson française, flamenco, fue a clase con Rafael Jiménez, Falo». Así definía uno de los que mejor conocía a José Miguel Marinas, su amigo del alma Ildefonso Rodríguez, a quien acababa de fallecer, joven y de forma inesperada en Madrid.

En ese mismo sentido obituariohablaba ‘Fonso’ del último legado de Marinas (o José Miguel o Miguelín Marinas o Miguel Marinas o Marinas), su novela más esperada y largamente gestada de sus vivencias leonesas pues, como escribía, fue un leonés de toda la vida habitante de Madrid. La novela, singular novela, realismo mágico en León y provincia, se titula ‘Mano de santo. Crónica’ y esta noche llega a su ciudad, donde la presentan en el Gran Café (a las 20.30 horas) quienes mucho saben de él: el citado Ildefonso Rodríguez, Víctor M. Díez y Tomás Sánchez Santiago, los tres poetas y muchas más cosas, como también era Miguel Marinas, muy difícil de encasillar.

Que la novela se desarrolla en León ya se descubre en el prólogo, cuando da pistas: «En la ciudad de provincias en la que suceden estas historias se preparaba un Congreso Eucarístico. Y el equipo de fútbol local saboreaba el único año en que estuvo en primera división. Ya habían echado Ben-Hur, que una locutora de radio local pronunciaba Ben Jar, a lo norteamericano».

Antes ya habíacontado que el rumor de ese tiempo transcurría casi en blanco y negro, que había charlatanes que ponían una tortuga sobre la mesa para vender un ungüento de serpiente y se cortaban el dedo gordo para mostrar su eficacia, que había mesas de formica e imágenes de San Pancracio en los bares; y después explica que todas estas historias que conoció en su adolescencia quedaron adormecidas, convertidas en datos o en biografía.

Hasta que se hicieron novela. ‘Mano de santo. Crónica’, se llama.

Es una guía del León desaparecido. Una antropología (o latría) fantástica. Un lexicón de hablas cazurras. Una onomástica feroz. Una extensión de monólogo aquel de la paisana y la su gallina… Una obra singular, lo mejor es leerla, seguro, pero Ildefonso Rodríguez nos da razones para hacerlo: «Es una guía del León desaparecido. Una antropología (o latría) fantástica. Un lexicón de hablas cazurras. Una onomástica feroz. Una extensión de monólogo aquel de la paisana y la su gallina…» e ilustra con ejemplos sus afirmaciones.

Puede dar una pista, aunque insisto que lo mejor es leerla, recoger lo que le sugiere a Ildefonso que puede ser esta novela de Marinas.

  1. Un Sindiós con raíces en el nacionalcatolicismo.
  2. Un Amanece que no es poco compitiendo en ingenio y burla a cada ocasión propicia.
  3. Una parusía de los santos pobres, democrática, contra alguien que sin haber subido a los altares puede más: el Señor Obispo.
  4. Un movimiento de la Mano Negra y de la Mano Blanca, juntas para instaurar la libertad de la fiesta santa. La solución es Mano de santo. (Pero, dónde están las manos de los santos mancos. Imaginar la mano muerta de santa Teresa en la mesita de noche del Generalísimo, 40 años, junto al orinal).
  5. Se ha montado un retablo casi ilimitado con proliferación de personajes, más que en una novela de Chandler, que se le llegó a perder alguno. (Hasta mi abuelo sale, don Eutimio, el maestro de Mansilla).

Otro de los presentadores de esta tarde en el Gran Café, Tomás Sánchez Santiago, nos explica que «a medida que iba leyendo el libro me daba cuenta de que era una ‘narración conversada’, en la estirpe de la literatura oral tan típica del poniente. También una narración cantada, porque está llena de voces que se escapan hacia el canto, casi siempre el canto popular, algo que era tan querido para Miguel».

Y, por si pudiera parecer un ejercicio de costumbrismo a palo seco, abunda Sánchez Santiago: «Lo difícil de Mano de santo es que no cayese en una crónica meramente costumbrista. Más bien hay un fondo de rebeldía, de posición personal del autor -en ese registro entre lo jocoso y lo delirante- contra los usos del poder. Y eso lleva a esta narración a otro lugar, lejos de lo simplemente gracioso o exaltador de valores de paisanaje. Eso hace de Mano de santo una obra crítica muy peculiar».

El tercer mantenedor de la llegada a León de la novela leonesa de Miguel Marinas es Víctor M. Díez, al que el traje de solo poeta le queda cada día más pequeño. Recuerda cómo le gustabaesa forma tan leonesa de saludar «adiós, dios...» y tantos ratos compartidos: «Hablar por hablar, ni por esas. Hablar asomados, si acaso. A la madrugada, al abismo, al flamenquito. Al mundo desde la terraza de Benito. Cosmopolita de barrio con guayabera de pastor. ¿Te acuerdas de las gitanillas del Rastro saliendo del Culto a campanearse, como aquella tarde en Cascorro? ¿Te acuerdas de aquella noche en El Candelas? ¿Y del mesón gallego junto a la Encendida? ¿Y del caballo rojo, y de Enrique el del Celso y de Sebito el del Montecarlo? ¿Te acuerdas de los pies del Cristo que daban miedo, de cuando la Calle Ancha era estrecha?».

Y a todos les llama la atención la facilidad de Marinas para captar las expresiones de las gentes de León, para mantener su esencia y hacerlas literatura. «Hay un cruce de registros muy bien trenzados entre sí: el habla coloquial deja paso de pronto al discurso pedante e intelectualoide pero también aparecen muestras de los lenguajes oficiales de entonces, en la órbita de aquella inflamada retórica del Nodo y de los discursos de autoridad del franquismo», explica el profesor, que lo fue,Sánchez Santiago.

E Ildefonso lamenta tanto la pérdida como celebra las palabras que nos deja: «La pérdida inconsolable de José-Miguel Marinas, Miguelín Marinas, Marinas, José-Miguel deja más empobrecido mi pequeño mundo, y el de tantos, en dos continentes. El mundo grande de los afectos hablados, del habla humana.

Pero ahí están y seguirán sus palabras escritas, como el enorme ensayista que fue, profesor, sabio en tantos campos». Y también la palabra poética, la poesía suya que él escribió».
Aunque lo mejor es leerlo. Perdón por la insistencia, pero merece la pena.
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