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‘Proa’, diario de Falange

José Luis Gavilanes Laso
20/08/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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El 10 de noviembre de 1936 salió a la calle el diario ‘Proa’, órgano de la Falange Española y de las Jons de León. Como otros rotativos del bando franquista, se gestó sin profesionales y con escasos medios técnicos y económicos, a pesar de haberse incautado de los talleres, la imprenta y maquinaria del diario republicano ‘La Democracia’, órgano cuyo anticlericalismo se resumía en la frase: «El mayor insulto que se puede dirigir a una persona es llamarle cura». Obviamente dejó de existir con el alzamiento nacional-católico de julio de 1936, al igual que su director, el tipógrafo Miguel Castaño, fusilado por los nacionales el 21 de noviembre del mismo año.

‘Proa’ se instaló en los locales de la ‘casa del pueblo’, sede de las asociaciones obreras, que también fue incautada por la Falange después del 18 de julio, y que por ley del 13 de julio de 1940 pasó a depender de la Delegación de Prensa y Propaganda de Falange. La ‘casa del pueblo’, inaugurada en 1932, se levantaba frente a la actual Delegación de Hacienda.

El primer director de ‘Proa’ fue Luis Corral y Feliú, secretario de la Cámara de Comercio e Industria y profesor de la Escuela de Comercio, quien estuvo sólo dos semanas al frente del periódico. Asumió la dirección de forma provisional Fernando González Vélez –quien, junto a Pedro García de Hoyos, fue fundador de la Falange leonesa–, hasta la incorporación de Joaquín Robles Castro, empleado de Hacienda, tercer director en un mes. En este período balbuciente el periódico se parece más por su debilidad a una hoja volandera. Salía tarde, carecía de suscriptores y de anunciantes. Faltaban medios técnicos y los redactores, que no pasaban de periodistas ocasionales, se limitaban a recoger las noticias de la radio y de las fuentes oficiales de la ciudad. Se imprimía con una máquina rudimentaria que se averiaba con frecuencia. En diciembre de 1936 se trajo de Oviedo una linotipia procedente de los talleres de ‘La Nueva España’. El traslado en camión hasta León constituyó una verdadera odisea por tener que atravesar territorio bajo el fuego enemigo. Con la llegada a la dirección de José Monsuárez, que firmaba con el nombre de Mauricio Castro, ‘Proa’ mejoró notablemente, aumentado la publicidad, y la tirada subió entre 3.000 y 4.000 ejemplares. A mediados de 1938 Monsuárez fue sustituido por Carlos Álvarez Cadórniga, abogado defensor sin éxito en los consejos de guerra sumarísimos que se celebraban en el cuartel del Cid y en el salón de sesiones de la Diputación, manteniéndose de alcalde hasta el final de la guerra. El nuevo gobernador de León, Carlos Pinilla Touriño, provocó su salida, colocando como director a su secretario particular Adolfo Luque.

En el equipo inicial hay que destacar al asiduo Teófilo Ortega y a Carmelo Hernández Moros, ‘Lamparilla’. Este último procedía del órgano católico ‘Diario de León’, pasando después a ‘La Mañana’, periódico conservador independiente. Escribía reportajes, crónicas de los frentes locales, artículos y jácaras festivas. Permaneció muchos años en ‘Proa’ y mantuvo las secciones ‘Aires del Bernesga’, ‘Perfil de los días’ y ‘Ripios al viento’. Más tarde se incorporó Victoriano Crémer, que escribía una columna bajo el título de ‘Asterisco’ y era el único que tenía experiencia como tipógrafo. De marcado cariz republicano, participante activo en el Ateneo Obrero y miembro del Partido Sindicalista, se dice que su profesión le salvó de ser fusilado. Liberado del presidio ocasional de San Marcos, con el seudónimo de ‘Vick’ publicó elegías y cánticos religiosos, como el titulado ‘Gozos a la virgen blanca’, en la festividad de la Asunción de 1938. Colaboradores accidentales fueron el abogado Ricardo Gavilanes Cubero, Restituto Clérigo Santamaría, Enrique Iglesias Gómez, Joaquín López Robles, Fernando González Regueral, Luis Alonso Luengo, etc. Contó también con periodistas escritores de la órbita falangista nacional y regional. Por sus páginas desfilaron, entre otros, Ernesto Giménez Caballero, José María Pemán, Pedro Laín Entralgo, Agustín de Foxá, Luis Rosales, Eugenio Montes, Cela, Torrente Ballester, Mihura, Fernández Flórez, García Serrano y Tomás Borrás.

En la cabecera del periódico figuran siempre los emblemas y símbolos distintivos de Falange, esto es, el yugo y las flechas, sobre el escudo con el águila bicéfala, timbrado con el emblema pontificio. Los decretos de unificación de las fuerzas nacionalistas (17 de abril de 1937) afectaron a los emblemas y signos distintivos de los periódicos. Aparecen nuevas siglas, el saludo a Franco y desaparece el águila de la cabecera.

‘Proa’ fue siempre instrumento de propaganda de las doctrinas del nuevo Estado y combatió el marco institucional republicano a través de una férrea censura de sus contenidos bélicos e informativos que jamás se apartaron de la oficialidad de la Falange. En sus páginas abundan las notas oficiales, los avisos y los textos de obligada inserción remitidos por la Delegación de Prensa y Propaganda. En septiembre de 1937 ‘Proa’ fue sancionado por 50 pesetas por olvidarse de insertar un texto obligatorio. Es sabido que en el cisma que se produjo dentro de Falange por los decretos de unificación impuestos por Franco el 17 de abril de 1937 a las fuerzas nacionalistas, no fueron aceptados de buen grado por el periódico ni por Fernando González Vélez, seguidor de Hedilla y por ello desterrado al Protectorado de Marruecos.

En el terreno ideológico, ‘Proa’ representa una sociedad regida por el humanismo católico, de sesgo tradicional y ruralizante, que aparece como superación del liberalismo y del comunismo marxista. En todos los contenidos del periódico se percibe este dualismo esquematizado de las dos Españas. Dualidad que se plasma en el elogio permanente del bando franquista y la sacralización de los ‘caídos’ de Falange, y en el desprecio insultante hacia el gobierno republicano y sus dirigentes, a los que se refiere siempre en tono despectivo: ‘El Verrugas’ (Azaña), ‘Largo Canallero’ (Largo Caballero), el ‘Botas’ (Alcalá Zamora). Durruti es ‘el indeseable agitador anarquista’ y Gordón Ordás, diputado local y embajador en Méjico, ‘Gordoncete’, ‘el veterinario diplomático comisionista en fusiles’. Otras veces la descalificación alcanza al hombre y a su obra, como en el perfil dedicado a Manuel Bartolomé Cossío: «Uno de los zorros y astutos incubadores del actual estado de cosas y el patriarca de aquel engendro hipócrita, por judaico, que se llamó Institución Libre de Enseñanza».

El diario de Falange de León se mantuvo hasta el final del franquismo. En l975, ya con 9.000 ejemplares de tirada, se vio obligado a cambiar de nombre por coincidir con el de otro periódico de una editorial regional catalana. A partir del 15 de agosto pasará a llamarse ‘La Hora Leonesa’. El 14 de marzo de 1984 fue adquirido por su competidor local ‘Diario de León’, único licitador. Pasados dos meses dejó de publicarse.

Para saber más sobre ‘Proa’, consúltese, Antonio Moliner Prada (Prensa y propaganda durante la Guerra Civil. El diario ‘Proa’ de León, Tierras de León, nº 81-82); ‘Historia de la Prensa Leonesa’, de José Antonio Carro Celada; y el trabajo del profesor Carmelo de Lucas del Ser: ‘Proa’. Diario de Falange Española y de las JONS. La batalla propagandística de las dos Españas en la retaguardia franquista, (Rev. Investigaciones Históricas, Universidad de Valladolid), que nos ha servido como fuente en gra parte de lo que antecede.
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