Prada, turismo sostenible entre folletos vacíos

Por Valentín Carrera

15/01/2018
 Actualizado a 18/09/2019
Patio del Palacio de Canedo. | VALENTÍN CARRERA
Patio del Palacio de Canedo. | VALENTÍN CARRERA
Ahora que andan nuestros próceres –sin distinción de partido, sexo o religión–, pasmando por FITUR, la feria de turismo sexista con más azafatas per cápita del mundo, convendría preguntarse: ¿De verdad estos repartidores de folletos tienen un proyecto de turismo sostenible para El Bierzo? Vamos al lío.

Los dos lugares más visitados del Bierzo son Las Médulas y el Palacio de Canedo. Aquí acaban las coincidencias: el resto son diferencias cuyo análisis abre las carnes.

Las Médulas es un plató de cine venido desde Saturno, digno de Spielberg, un legado de los ingenieros romanos y los mineros indígenas. El paso de los siglos ha convertido en arte un destrozo ecológico propio de una cantera de Martínez Núñez o de Victorino Alonso. ¿Mérito de los bercianos? Ninguno. ¿De nuestras autoridades turísticas? Ni un gramo.
Durante siglos fue el abandono absoluto, luego décadas de tira y afloja entre poderes públicos, un pueblo en ruina total y un entorno degradado. Las Médulas hubiera sido un buen caso práctico para ensayar la «administración única» de don Manuel Fraga, pero sus nietos políticos lo han convertido en un modelo de mala gestión pública: apenas genera riqueza y nos cuesta bastante dinero.

El segundo lugar más visitado del Bierzo, el Palacio de Canedo, es una propiedad privada, gestionado por un emprendedor visionario e irrepetible, José Luis Prada. El Palacio de Canedo no es una herencia romana, no nos cuesta un euro público y genera empleo y mucha riqueza en la comarca; es una iniciativa levantada a pulso, con sudor, tesón a destajo, talento, arrojo y una demostrada capacidad de ilusión y entusiasmo. Estuve el día de Navidad tomando unas cerezas en aguardiente en el salón artesonado de Canedo: aquello era una romería interminable, un reguero de familias, grupos, parejas, amigos; no me lo han contado, lo he visto.

¿Puede el lector o lectora adivinar más diferencias entre ambos lugares?

El Palacio de Canedo está cuidado, mimado, desde que entras hasta que sales y pagas el gustazo de darte un homenaje. Cada detalle, cada Flor, cada madera trabajada con amor de artesano. Un centro de mesa, una lámpara acogedora, un artesonado que compite con el de Fonseca, un trato humano exquisito. No es preciso seguir: Prada es amigo hace muchos años, pero esto no lo escribe la amistad sino el respeto por la obra bien hecha. Y mi gratitud como berciano. Llegas a Las Médulas y te se caen las bragas. El parking disuasorio no disuade, los letreros rotos o caídos, los centros de recepción con horarios administrativos, los bares que dan pena, no pidas más allá del menú del día y una cerveza caliente. Una casa tras otra en ruinas, bañeras y somieres oxidados decorando el prado, ¿dónde están las papeleras? ¿Y la wifi? ¿Y la atención a bebés o minusválidos? Oiga, que no quiero contaminar este Patrimonio de la Humanidad y he venido en coche eléctrico, ¿dónde puedo recargar la batería?

¿Cargar la batería de un coche eléctrico? ¿Energías renovables? ¿Respeto al medio ambiente? A nuestros repartidores de folletos en FITUR ni se les ha pasado por la cabeza. Pero llegas al Palacio de Canedo con tu coche eléctrico y Prada tiene allí instalado un punto de recarga, decorado a tope, con su característico estilo.

¿Cuántos ayuntamientos en El Bierzo tienen recarga para coches eléctricos? ¿Cuántas instituciones públicas? Ninguna. Según Electromaps, hay seis puntos de recarga en El Bierzo, incluido el de Prada, todos privados: seis emprendedores con sensibilidad y cierta visión de futuro.

Este pequeño detalle –«lo pequeño es hermoso», decía Schumacher; y la vida, y la magia del Palacio de Canedo, se hacen de infinidad de pequeños detalles–, es un botón de muestra de esas sutiles y brutales diferencias entre el modo inteligente y cariñoso de gestionar Canedo, y la miopía y desidia de que hacemos gala en nuestra Disneylandia pueblerina, Las Médulas.

Detrás del punto de recarga de Prada hay un discurso coherente, construido a pie de viña, plantando árboles, pelando pimientos o cortando rabos de guindas y cerezas. El relato de quien cree en su tierra hasta el tuétano y le duele que El Bierzo se esté convirtiendo en esta especie de parque temático con chimeneas; y le duele aún más, como a mí, que los bercianos y bercianas consintamos este chuleo incesante.

«Todos somos responsables», nos escribió Prada en su felicitación de 2018, donde expresa su preocupación «por el deterioro brutal de nuestro paisaje, año tras año desaparecen de una manera alarmante bosques a consecuencia de los incendios que nos están acorralando; los ríos de El Bierzo vienen flacos, decrépitos y sucios».

¿De qué van a presumir este año en FITUR la pandilla de insensatos que nos gobierna? ¿Del Gran Incendio de la Tebaida Negra? ¿De los montes cercanos a Las Médulas devorados por el fuego el pasado verano? ¿De los ríos cloaca al paso por Villadepalos? ¿De las nubes tóxicas? ¿De las canteras ilegales a cielo abierto? ¿De los ríos envenenados por las cortadoras de pizarra? ¿De la sequía?

Déjense de pavadas y empecemos a hablar en serio de turismo limpio y sostenible para El Bierzo. ¡Arriba las ramas!
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