Poéticas que trascienden locuras, que transmiten vida

Felicidad González estuvo el pasado sábado en León para presentar su último libro ‘Vuelve, querida loca’, que ha editado Los libros del Mississippi

Mercedes G. Rojo
28/02/2023
 Actualizado a 28/02/2023
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«Hay un futuro incierto
esperando ahí fuera y yo me preparo
porque no quiero vivir de rodillas».

(‘Vuelve, querida loca’. Felícitas González, poeta).

Hoy volvemos nuevamente al presente literario, más específicamente al poético, y lo hacemos de la mano de otra de esas poetas que tenemos en la diáspora aunque siempre tenga el pensamiento puesto en nuestra tierra y en sus gentes, y busque cualquier oportunidad para acercarnos hasta aquí su poesía. Hablamos de Felicidad González Cantón (Veguellina de Órbigo, 1959), quien el pasado sábado estuvo una vez más en tierras leonesas para presentarnos su último libro ‘Vuelve, querida loca’ (Los libros del Mississippi, 2022), si es que de presentación puede hablarse, porque en realidad lo que Felicidad hace es regalarle al público su poesía en estado pudo, entregándole cada verso con fuerza, provocándole el bienestar de la palabra bien dicha, aunque lo que con ella nos transmite nos remueva por dentro.

Felicidad González es riberana de nacimiento, trasladándose de niña a Santa Lucía, donde permanecía hasta los dieciocho años para trasladarse entonces a Madrid, en busca de su futuro. Allí permanecerá hasta que en 1982 da el salto definitivo a Palma de Mallorca, lugar en el que reside actualmente y desde donde vuela a menudo hacia tierras peninsulares para compartir, entre otras cosas, su poesía (muchas veces junto a su compañero de vida y letras, Germán Terrón). Particularmente, conocí a ambos hace un par de años en Expoesía, en Soria. Estábamos saliendo de un largo periodo de pandemia que nos había trastocado a todos y llegábamos ávidos de poesía y de intercambios. Yo acababa de llegar en una calurosa tarde de verano y, sin saber muy bien adónde, me dejé arrastrar por mis editores a un recital que esa noche se celebraba en la estación de ferrocarril de la ciudad. Y disfruté de la sorpresa de una puesta en escena poética ágil, directa y participativa, en la que los versos de uno y otra llegaban a nuestros oídos hurgando al tiempo en el alma y en la conciencia. En esos días hablamos apenas un rato, intercambiamos libros, experiencias y si algo me quedó claro es que compartíamos esa idea de lo necesario que es hoy en día trascender más allá de esa poesía de élite, reservada solo para unos pocos, que se queda en las palabras grandilocuentes y en las frases vacías que esconden una poesía falta de sentimiento; que nos hace falta la presencia de esa otra más vital, que se acerca a lo humano sin perder por ello ni su esencia ni su calidad, pero capaz de que la gente pueda sentirla como cercana, como algo suyo. Felicidad dice sentirse escritora más que poeta, y es curioso como esta afirmación suelen hacerla a menudo personas que llevan en sus escritos muchas más poesía que muchas otras que abiertamente se declaran como tales. Y es que, perdónenme la osadía, creo que en la actualidad se abusa demasiado del término, como si ser poeta te diese una mayor categoría literaria que participar de cualquier otro género. Reconoce abiertamente, sin tratar de enmascarar la realidad, que llegó a su escritura hace tan solo seis años a la poesía (aunque durante los mismos ya nos ha regalado tres poemarios, ‘Versos Despeinados y Sin Maquillar’ (2017), ‘Yo Sin Tú’ (2019) y el ya mencionado ‘Vuelve, querida loca’ (2022)), un poco por casualidad, reconociendo que descubrió en el hecho de escribir una forma de sentirse bien. «Asomarme a la poesía ha supuesto encontrarme conmigo misma y conocer cosas de mí que desconocía, ahora me amo más y a la vez amo a los demás de otra forma», nos dice mientras a través de sus versos nos va mostrando su modo de ver la vida, una vida en la que se deja llevar por el momento, por el aquí y el ahora, centrada en sus pilares particulares, y haciéndolo siempre con una sonrisa, con espontaneidad y, en ocasiones ¿por qué no? hasta con descaro; en cierta forma, dejándose llevar por la locura («no sería la misma sin ella»-dice) aunque ello para nada signifique que no se tome la vida en serio. Así es Felicidad, una mujer que ha aprendido a disfrutar las pequeñas cosas de la vida y a sacar de sí misma aquellas otras que la queman por dentro para que puedan llegar a dejar de hacerle daño y que cicatricen las heridas. Y sabiamente reconoce: «Mi vida ya no la cuento por años,la cuento por besos,la cuento por decepciones,la cuento por abrazos,la cuento por desengaños (...)»De aquel primer libro, del que en sus intervenciones públicas sigue regalándonos algunos poemas, su prologuista, Mayte Albores afirmaba: «Para ella, el mundo y la vida sólo son posibles cayendo en un salto a un charco de risas, un corazón lanzado al vuelo desde el puño abierto y a través de un espejo en el que se reconoce libre, niña y mujer (…)».Pero más que lo que puedan decirnos otros de ella, lo más importante es lo que nos dicen todos y cada uno de sus versos, en los que habla una fuerza y una verdad de la que, sinceramente, estamos muy necesitados en estos momentos; una poesía la suya que nos resulta una poesía joven tanto en expresión como en temática; una escritura que, por momentos, resulta también catártica, pero siempre buscando en ella la palabra precisa, la frase más oportuna, así como el ritmo y la fuerza de los que necesitan acompañarse. Esa circunstancia nos facilitará hacerla propia muchas veces, sentirla con dolor pero también con la liberación que da ese punto de inflexión capaz de removernos por dentro, mientras hacemos de alguna manera nuestras las palabras ajenas, propios los poemas de la autora a través de los que alcanzar a ver el reflejo de nuestro propio yo; una sensación, a la que –con Felicidad– se puede llegar ya desde el primer momento en que la escuchamos y que se afianza cuando llegamos a la lectura íntima de sus versos.

Y con algunos de ellos voy a dejarles, pertenecientes a uno de los poemas que más me removieron en ese rato en el que nos regaló su poesía. En él se aúnan presente y futuro, deseo y realidad. Me quedo con las ganas de compartirlo entero, pero prefiero que lo busquen, que lo lean y que lo hagan suyo. Está dedicado a su nieto Samuel y a todos los nietos. Ojalá todos nos hiciéramos igual de conscientes de la herencia que estamos dejando y que ello, verdaderamente, nos importara.

«Lo que te voy a dejar
no es lo que tú te mereces.
Te dejo un desolado panorama
manejado por un montón de lunáticos.
Ricos acumulando poder;
pobres contando miserias.
Religiones fanáticas cortando libertades...».
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