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Paréntesis ingenuo

17/03/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Me asomo por la ventana que domina la calle porque he oído el típico golpe seco y algo cristalino que revela un choque entre vehículos en medio del tráfico, abundante a estas horas de la mañana. Así es, dos coches se han golpeado a la salida de un semáforo y se hallan en ese instante tenso en que ninguno de los conductores ha salido aún y todo parece detenido, expectante. Al fin ambos lo hacen a la vez, cabizbajos, silenciosos. Comprueban primero los daños, que desde donde yo estoy no parecen muchos a juzgar por los restos que han quedado en la calzada y, al fin, van a encararse. Espero las voces, y los peatones parados en las aceras quizás también. No se producen. Ambos se presentan, se dan la mano y sacan sus papeles del seguro. Se apoyan en uno de los capós y firman algo. Se despiden con la misma cortesía inaudible y el tráfico, que alguien diría ha estado también detenido aunque no fuera así, vuelve a bullir a su alrededor, mientras ellos maniobran con cuidado para marcharse. Toda la escena apenas ha durado diez hipnóticos minutos. Acostumbrado a las broncas y hasta agresiones que vi en mi niñez, en ocasiones alcanzo a presenciar, en actos cotidianos, la enorme transformación que se achaca a este país. Esa que ahora hay quien pretende desandar.

Abro la prensa más tarde. Bolsonaro y sus improperios y represiones contra los que no son como él quiere que sean. Un Brexit, dos Brexits, tres Brexits… Multitudes amontonadas en cada frontera, relegadas al barro, el frío, el hambre, la desesperación. Trump, apoyado en iracundos votantes del Medio Oeste y desesperados obreros de industrias en declive, apuntala su muro contra los pobres y desfavorecidos de lugares no tan lejanos. Guaidó y Maduro no se miran a la cara en un país cada vez más tenebroso. Se debaten medidas sobre los emigrantes y en todos los casos parece que se habla de mercancía con derechos que repartimos a capricho...

Neandertales y cromañones. Hititas y egipcios. Babel o Babilonia. Persas y griegos. Romanos y cartagineses y bárbaros. Cristianos y musulmanes. Individuos religiosos e individuos de ciencia. Indígenas y colonizadores. Turcos y griegos y asirios y armenios y kurdos. Nazis y judíos y homosexuales y gitanos y… Judíos y árabes. Chiíes y suníes… Pakistanís e indios. Rusos y estadounidenses. Comunistas y capitalistas. Gulags, jemeres rojos, revolución cultural… China, Mongolia, Tíbet… Hutus y tutsis… Los Balcanes. Hombres que no entienden nada y pegan y matan a sus propias mujeres. Personas que no entienden nada y pegan y matan a sus propios semejantes. O lo desean o dicen desearlo. O lo escriben para que todos podamos leerlo.

¿De dónde surge todo este odio? ¿Adónde nos conduce? ¿Qué podríamos hacer con él que no fuera tan dañino para todos y cada uno de nosotros? ¿Para cuándo apearse del propio vehículo, presentarse, sacar papeles y ofrecer la mano en silencio?
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