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Paradojas políticas

26/02/2022
 Actualizado a 26/02/2022
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Es paradójico que tras dos años de pandemia y más de 100.000 muertos en nuestro país, las mascarillas se hayan llevado por delante al líder de la oposición, mientras que ningún responsable del Ministerio de Sanidad ni del Gobierno haya sufrido rasguño alguno.

Es paradójico que una periodista metida a política haya conseguido más trofeos que algunos periodistas que ejercen como tal. El papel de control del poder del periodismo está en la esencia de dicha profesión y no son pocos los políticos que han tenido que dar un paso atrás debido a la presión mediática. Pues parece que Ayuso no olvida su paso por la universidad y ya puede atesorar entre sus trofeos haberse llevado por delante a los Pablos. Está por ver si ella consigue salir ilesa del embrollo de su hermano, pero a día de hoy Iglesias y Casado ya son historia.

Es paradójico que quizás en un corto espacio de tiempo en Moncloa se vuelva a hablar gallego, tras el reciente paso por esa morada de Rajoy. Parece que la victoria que no consiguieron las Tanxugueiras, quizás la logre otro paisano suyo. Ya me estoy imaginando los mítines de Feijóo con la banda sonora de fondo de ‘Terra’.

Es paradójico que los estrategas de Génova no tuvieran en cuenta los riesgos de una operación de aniquilación política de una compañera de partido y que si bien puede acabar en tragedia para ambas partes, de momento sólo hemos sido testigos del tiro en el pie que se han pegado Casado y los suyos. No sé si habrá sido culpa de su ambición desmedida o de fiarse de la pericia de sus subalternos, pero lo que está claro es que el final de Pablo Casado no era el esperado. Que fuera noqueado en el ring electoral por Pedro Sánchez era una posibilidad, pero ningún analista político se podría imaginar que fuera la lideresa madrileña quien le llevara a la lona.

Es paradójico que unos aplausos de los tuyos suenen a tanta falsedad. La bancada popular del Congreso de los Diputados puesta en pie aplaudiendo y despidiendo a su líder, al que han dejado solo, es una escena que denota lo fugaz y efímera que es en ocasiones la vida política. No me quiero imaginar lo que le pasó por la cabeza a Pablo Casado, pero no sería de extrañar que cada uno de esos aplausos se clavaran como alfileres en su corazón.

Es paradójico que si bien en un principio el resto de partidos políticos estuvieran disfrutando de la gresca interna del Partido Popular, dicho gozo se haya convertido en cierto miedo tras el desembarco en Madrid de un morlaco gallego, con unos pitones sin afeitar y que van a embestir tanto a izquierda como a derecha.
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