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Panfleto apresurado para votante con prisas

19/05/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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Guste o no, y aunque el voto de todos sus habitantes valga igual, hay lugares en cada ciudad que lucen, importan o se cuidan más que otros. Espacios de preeminencia donde los problemas urbanísticos se revelan de forma más intensa porque en ellos se concentra la propia idea de ciudad y la imagen de cada una de ellas. Cuando sus habitantes salen a dar un paseo por esos lugares, la ciudad se encoge sobre sí misma a la defensiva, buscando su propio yo. Cuando es visitada, se despliega desde allí con seductoras maneras de mercader.

El problema principal al que se enfrentan afecta a las ciudades desde hace más de medio siglo sin que los parches cada vez más radicales que lo afrontan hayan podido resolverlo: el tráfico rodado. Por esos motivos, los gobiernos municipales tienden a caracterizarse por haber adoptado alguna medida o emprendido alguna gran obra en torno a este quid urbano que a menudo constituye su marca de legislatura. En Madrid, sin ir más lejos, el soterramiento de la M-30 (llamado Calle 30) en época de Gallardón o el Madrid Central de Carmena son casos bien significativos.

Siguiendo ese método abreviado de conocimiento, León ofrece en la materia la reforma de la avenida Ordoño II, via principalis urbanística y estética. Reasfaltarla para dejarla igual o peor (dejar algo igual después de reformarlo se avecina a la idea de empeoramiento) retrata el último período municipal. Ya dotada de los abochornantes y dispendiosos dispositivos de la era dorada de la construcción: aceras ultrajadas con maceteros horteras, pasos de cebra marmóreos, adoquinado-tipo-tecla-de-piano (escoltando un ayuntamiento a la marbellí en una ciudad que presume de patrimonio arquitectónico)… Había que cambiar mucho. Por eso ahora es… lo mismo. Se discutieron novedades para transformar lugar tan axial: peatonalización, carril-bici, etc. Volvieron los maceteros (más cursis si cabe). Y añadieron unos escuditos del viejo reino para redondear los seiscientos mil euros que dicen que costó esta gran y sesuda variante (idéntica) del mismo tema. Plagiarse a uno mismo ayuda a autoafirmarse. En resumen: no era necesario, pero tampoco hizo daño. Solo costó dinero.

En la Comunidad Autónoma sería imposible encontrar un ‘centro’ significativo: son legión. Sin el buda meseteño Campechamán, héroe de equidad y probidad intachables, la campaña del PP se limita a insistir en lo mal que lo harían otros. Hipótesis de mala confirmación, por la cantidad de lustros desde que no existen ‘otros’. La ‘Gran Vía’ argumental sería aquella letanía sobre el gobierno del PSOE en Andalucía: debía ser desalojado por higiene democrática. Demasiado tiempo. De acuerdo con ese principio (aunque no con la forma de aplicarlo), la cuestión es ¿Y aquí?

Por fin, de la parte más importante de la cita electoral (Europa) nada se habla. Como síntesis: procuren no votar a quienes no creen en Europa.
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