Orwell y la Facultad de Veterinaria de León

Por José Javier Carrasco

28/03/2023
 Actualizado a 28/03/2023
Vista de la Facultad de Veterinaria de León en el Campus de Vegazana. | SAÚL ARÉN
Vista de la Facultad de Veterinaria de León en el Campus de Vegazana. | SAÚL ARÉN
En el boletín ‘Ciencia Veterinaria’ del 10 de enero de 1951 leemos el siguiente titular: «Se impone la creación del Cuerpo de Veterinarios forenses». Propuesta del veterinario Francisco Carpio, justificada por el lamentable suceso en el que se vio envuelto: «Hace ya algunos meses, fui requerido por el jefe de Servicios Veterinarios Municipales de Badajoz, señor Masot, para que con él y el médico forense practicáramos una autopsia y emitiéramos el informe correspondiente». Pónganse en lo peor combinando las piezas de una chabola y una madre que tiene que abandonar por un tiempo a su hijo, dejándole al cuidado de un tío discapacitado, junto a un cachorro de galgo, «un chucho hambriento y asqueroso». A la vuelta de la madre el niño presentaba una mutilación. Para determinar si el tío «idiotizado o por lo menos con fama de abobado en la barriada» le había privado de un testículo o fue el galgo, se imponía matar al perro y hacerle la autopsia. En su estómago se encontraron restos de la amputación: «Examinamos el pene, bolsa y testículo con todo detenimiento, de acuerdo todos, informamos que el corte no había sido producido con ningún instrumento cortante, navajas, tijeras, etc, etc. Claramente observamos las huellas de los colmillos, el desgarramiento de las bolsas y un diente clavado en el testículo. Por tanto, según nuestro criterio, la parte novelesca de este desgraciado asunto no era cierta. Todavía vive esa infeliz criatura». No así el galgo, concluiría un animalista reivindicativo.

La Facultad de Veterinaria de León empezó a funcionar como Escuela Subalterna en 1852 en San Marcos. En 1860 se traslada al antiguo convento de los Descalzos, situado donde ahora está el Instituto Legio VII. En su nuevo emplazamiento, dispondrá de un museo anatómico – instalado en el entresuelo del crucero de la antigua iglesia –, gabinetes de anatomía, historia natural, de física, fragua y de biblioteca. En 1886 pasa a denominarse Escuela Especial de Veterinaria. Durante la dictadura de Primo de Rivera, en 1927, se convierte en Escuela Superior. Con la llegada de la II República retorna al edificio de San Marcos, donde permanece hasta el estallido de la Guerra Civil, que trae consigo la suspensión de la actividad académica y una asignación de fondos que apenas cubría gastos de oficina. En 1940, depurados los catedráticos, vuelve a instalarse en los Descalzos (descartada la posibilidad de construir un pabellón anexo a la Estación Pecuaria Regional de la Granja; se diría la historia de una pelota que rebota contra un frontón). Tres años después, adquiere el rango de Facultad y en 1947 se traslada al actual edificio de El Albéitar hasta 1985, año de su paso al campus de Vegazana.

Los cerdos de ‘Rebelión en la granja’, la novela de George Orwell, acaban renunciando a los principios que inspiraron la revuelta de los animales de la Granja Manor frente al propietario que los explotaba. Al final de la novela aprenden a caminar erguidos como hombres y a pensar como ellos, en categorías de productividad y eficiencia. No sabemos si buscando, en el fondo, que cuando enfermen, en lugar de un veterinario, los atienda un médico (el cerdo, ese animal que según Cirlot simboliza los deseos impuros, y que los chinos, sin embargo, honran dándole un lugar en su calendario). Hozar, como el galgo del comienzo, equivale para ellos a buscar comida.
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