La verdad es que esto de los acrónimos que tan de moda, le tienen a uno medio tonto. Al final, igual que María Moliner hizo el diccionario de Sinónimos y Antónimos, va a haber que editar un diccionario de Acrónimos, explicando eso de la LOGSE, la LOE, la ZBE, los ERE, los ERTE, y demás etiquetas.
Pero vayamos al grano. En esto de la descarbonización, lo verde y lo guay, a veces uno ya no sabe a qué carta quedarse.
Porque sí, creo que a una gran mayoría le parece bien que no convirtamos este planeta en un estercolero o, quizás, en un mundo invivible, al menos, a mí, que he sido un lector empedernido de novelas de ciencia ficción (hasta que, con la llegada a la Luna y Marte, la cosa se desmitificó bastante), y que ha leído muchas novelas con mundos, léase planeta Tierra, hechos unos zorros, a mí, como decía, me parece que no podemos llegar ahí.
Pero, lo mismo que me afirmo en eso, también, muy a menudo, me parece que estamos haciendo el pardillo, los españoles y los europeos, incluso quizás más como primeros que como segundos.
Nos limitamos la producción de esto, lo otro y lo de más allá, encarecemos un montón nuestro costo de vida, hacemos polvo al sector agrícola… mientras el resto del mundo mundial se lo pasa por donde todos sabemos. Y lo malo es que ese resto es infinitamente más grande. Somos en Europa algo así como 400 millones, un buen número de productores de basura para limitarnos la producción de ‘suciedad’, pero es que China, India y USA, sólo ellos, suman 3.000 millones. Si añadimos un puñado de países también productores de esas mismas cosas como Pakistán e Indonesia y algún otro señalado ‘productor’, nos ponemos en casi 4.000 millones. Y nosotros somos los que vamos a arreglar el mundo.
Vale, de acuerdo, no porque otros muchos asesinen, tengo porqué asesinar yo. Pero cara de tonto sí que me queda, porque de esos 4.000 millones nosotros, Europa, somos el 10 %. Una gota de agua en el mar.
Y así nos pasa lo que nos pasa, o mejor dicho, nos ha pasado hace nada (sic).
Pero la ley es la ley y en todo esto de la agenda 2030 (que más bien parece un tanto precipitada de plazo por lo que se ve), hay que ir dando pasos.
Y uno de esos pasos es la obligación de delimitar, en cualquier ciudad de más de 50.000 habitantes, la zona de bajas emisiones, las ZBE, un incordio que nos obliga, cuando estamos en esas ciudades, a andar ojo avizor y no meterte en ellas y, claro, meter la pata. Y digo lo de incordio con carácter general estatal, porque, si se te ocurre ir con tu coche a cualquier ciudad que no conoces ni dominas (y que son casi todas), ya vas temblando. No sabes qué, cómo y cuando estás o no dentro, porque, llegas allí, y bastante haces con no despistarte para llegar a tu destino como para, encima, vigilar si te estás metiendo donde no puedes y reo eres de multa. Reconozco que sangro por la herida.
Y aquí no va a ser menos, aunque, es cierto y ya lo escribí en esta misma columna hoy ahora hace exactamente cinco años, que la intención municipal era hacer una aplicación medida, en el sentido de que, ya que ‘nuestro aire’ es bastante bueno, las bajas emisiones lo eran en todo el casco urbano, lo que no hacía necesaria la limitación de circulación con todas sus consecuencias. Con esa situación, y en apoyo de la misma, además de haber bajado la velocidad límite a 30 km/h, se peatonalizarían algunas calles del centro (ya se ha hecho y se sigue haciendo) para calmar el tráfico y mantener las emisiones en un nivel aceptable.
Pero, y a pesar de todo, por aquello de que hay que cumplir porque si no, o te multan (como municipio) o no te sueltan pasta, ahora el Ayuntamiento nos anuncia la delimitación de esa zona ZBE, aunque, más o menos, nos dicen, «no hay que asustarse», porque delimitarse se delimita pero su puesta en funcionamiento queda suspendida mientras las mediciones de dióxido de nitrógeno y partículas PM (que, como las meigas, «habelas haylas» aunque no tuviéramos ni idea de su existencia), no superen los 40 microgramos por metro cúbico, límite al que no se ha llegado nunca, según nos dicen; es más, la máxima medición registrada fue de 20mgr/m3 en 2020.
Sólo superando ese límite se aplicarían las restricciones de circulación en la ZBE, bastante amplia, de unas 112 Ha, y que abarca todo el casco antiguo y buena parte del denominado ensanche.
Bueno, es de agradecer que, aun cuando las peatonalizaciones han generado un cierto incordio circulatorio (la traza de la red viaria de la ciudad, resultado de su crecimiento orgánico en función de las necesidades de cada época, no ha ayudado mucho que digamos), podamos seguir como estamos, aunque, también, el que estemos al albur de las mediciones o, vaya usted a saber, que mañana nos rebajen los límites, cosa que, visto lo visto, tampoco sería una novedad, no es ciertamente muy tranquilizador.
En fin: tiempos de cambio. ¿Será para bien?
