oscar-m.-prieto-3.jpg

Ya no tocan a hacendera

10/05/2023
 Actualizado a 04/10/2023
Guardar

El procedimiento siempre era el mismo: íbamos a la pescadería de Chencho y le pedíamos a Herminia un par de cajas vacías de pescado, las desarmábamos, enderezábamos puntas, clavábamos las tablas con forma de tenderete, mano de pintura y el jueves, mi primo Juanín y yo poníamos el puesto en el mercado. Si le cogíamos productos del huerto a mi abuelo salíamos con la pequeña romana para pesar, si le cogíamos las novelas del Oeste, no hacía falta pesar nada, más bien correr cuando se enterara. Lo importante era sacar algún dinero, no que nos lo dieran, sino ganárnoslo. La mayoría de este tipo de empresas y negocios la hacíamos con nuestro abuelo bien previamente convenido, bien como hechos consumados. Nosotros, los de entonces, éramos lo que hoy se llama emprendedores y por hacer lo que hacíamos, probablemente, hoy en día quitarían la custodia a nuestros padres, acusados de maltrato infantil, aunque ellos no pintaban nada en nuestros trapicheos.

Uno de estos era en comandita con nuestro abuelo y consistía en ir a la hacendera, a arreglar los regueros, cuando las campanas con su toque específico convocaban a ello. El ‘Reguero de las suertes’ era el que nos tocaba, por ser el que llevaba el agua al ‘prao’ familiar, y recuerdo que eran más grandes las azadas que nosotros y debíamos tener mucho cuidado con las hoces. Pero lo pasábamos bien trabajando al lado de personas adultas. trabajadores, nos considerábamos pares. Después repartíamos el dinero previamente acordado con la familia ganado con el sudor de nuestras frentes entre los tres.

Han comenzado en mi pueblo y pueblo vecinos la concentración parcelaria. Me comentaba mi padre que ya no habrá ni acequias ni regueros, que ahora llegará a cada finca una tubería soterrada y tendrá su toma de agua para regar. Seguramente sea un avance y sobre todo permita el ahorro de agua, un bien cada vez más escaso. pero dejarán de tocar a hacendera. No es algo que me apene como apena una tradición perdida, es algo que me preocupa porque la hacendera era una trabajo comunitario para el bien de la comunidad, era una manifestación de la comunidad, del pueblo.

Nos quieren islas, aislarnos, atomizarnos, que no haya vínculos, nos quieren cada vez más necesitados. Pero, como dice el poeta John Donne, nadie es una isla, somos parte de un continente, así que cuando dejen de tocar a hacendera no preguntes «por quién doblan las campanas: doblan por ti».
Y la semana que viene, hablaremos de León.

Lo más leído