Cuenta la leyenda, o la tradición, que tal día como hoy, un 9 de febrero del año 560, apareció la Virgen, luego del Mercado, entre unas zarzas –un paraje considerado por entonces inhóspito y salvaje– en donde se recibe la actual Plaza del Grano. El lugar, se explica, era de tupida vegetación y bosque apretado, y fue hallada por un pastor –al menos eso se asegura– en el punto exacto donde ahora se alza el crucero del empedrado, y en la actualidad remozado, entorno.
En definitiva –que eso conviene aclararlo– se trataba de una figura de María, de una imagen, se cree, de pequeñas dimensiones y diferentes formas a la que, a día de hoy, como Piedad y Dolorosa, se venera en la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Mercado. El hallazgo de la representación mariana se tomó como milagroso, y el pueblo, embelesado ante la noticia, no dudo en postrarse a sus pies. Nacía, así, una historia que se ha venido respetando inmemorialmente con el nombre de la Aparición. La celebración del prodigio, por aquella de marcado y único trazo religioso, fue dando paso, con el tiempo, a una serie de actividades ajenas a la magnitud cristiana del hecho, donde se programaban romerías y mercadillos al amparo de la festividad.
Sin embargo, la primitiva escenografía popular, callejera y mercantil, nada tuvo que ver con la que, en el transcurrir de los tiempos, de los siglos, se instauró en los límites administrativos parroquiales de la mano de los llamados ‘mozos del barrio’, quienes, como si de una peña se tratase, organizaban la fiesta, estiraban cadenetas de una fachada a otra de los edificios, y colocaban un ramo verde con naranjas en el arco de la puerta del templo. La verbena y los ambulantes de venta de dulces era el acto más destacado para solaz de los vecinos. Todo ello, claro –puesto que es natural–, al margen de los solemnísimos enunciados religiosos que se programaban en la iglesia, y se continúan programando a la fecha de la mano del encargado parroquial y vecino, Manuel Flaker Labanda, y la colaboración del otro sacerdote adscrito a la feligresía, Eduardo Tejero Lafuente.
No obstante, la Virgen siempre fue el centro y el objetivo de la fiesta. Había tiempo para todo. Para acompañarla en la iglesia y para disfrutar del organillo, que desgranaba, con castizo sonido, las piezas bailables. Aquel León, tan diferente al actual, se sometía a las tradiciones y a las fiestas del barrio con especial deleite. Igual que ocurría con las que se organizaban en los de San Martín, Santa Marina, Santa Ana…en fin, años –hasta algo más de la mitad del pasado siglo– en que se pasaba la vida de una manera acompasada y transparente, y se disfrutaba del entorno donde se convivía en inolvidable armonía.
Sin embargo, puede asegurarse que la Aparición llegó a ser considerada como fiesta grande de la ciudad. La devoción a la Virgen del Mercado, que se pone de manifiesto tanto en la novena que se reza en su honor fechas antes de la Semana Santa, como en la posterior procesión bautizada como de la Dolorosa, el viernes previo al Domingo de Ramos –en la tarde del Viernes de Dolores– acredita, desde siempre, desde hace casi mil quinientos años, la indiscutible adhesión y certidumbre de miles de leoneses hacía el sucedido.
Mientras no se demuestre lo contrario, se da por bueno que la autoría de la talla que en la actualidad se venera en la iglesia de la calle Herreros resulta anónima, si bien se data durante el transcurso del siglo XV. De todas las maneras, el que fuera párroco de la iglesia, don Heraclio Alonso Fernández, que moriría el 10 de junio de 1971 y anterior en el cargo al recordado don Enrique (sobra lo de García Centeno), fallecido el pasado 7 de marzo, sostenía con seguridad que al autor había sido un peregrino, quizá holandés, que a su regreso de Santiago, se había asentado definitivamente en León. El cura, don Heraclio, es posible que manejara información puntual y, en este supuesto, privilegiada proveniente de los archivos parroquiales, donde, es probable, figurase alguna anotación o dato al respecto. Nunca se ha hecho oficial esta posibilidad, pero don Enrique también señalaba lo mismo, aunque con un énfasis menor y más contenido.
De modo, que hoy, 9 de febrero, no habrá verbena ni cadenetas, ni venta de golosinas, ni puestos de tiro con carabinas de aire comprimido, a las que siempre se las conoció como escopetas de perdigón. La historia modificó su cauce en busca de otros modos menos populares, menos participativos. Más mundanos y menos íntimos. Se mantiene, eso sí, la celebración religiosa y el recuerdo de lo que fue y significó la fiesta de la Aparición, la fiesta del inimitable barrio del Mercado. Se diga lo que se quiera, una fiesta imperecedera para la capital leonesa.

Y la Virgen apareció en una zarza
09/02/2018
Actualizado a
18/09/2019
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