Volver a empezar... otra vez. Qué tiempos aquellos en los que el soniquete del anuncio de unos grandes almacenes nos llevaba al inicio del curso escolar, al reencuentro con los compañeros de pupitre y al inconfundible olor a nuevo de unos libros de texto que por entonces no eran un bien de lujo y no hacían un roto de proporciones bíblicas en el bolsillo de nuestros padres.
Quizá era aquello de ver de nuevo a los amigos lo que hacía que, de aquella, no costase tanto hacer las maletas para dejar el paraíso redipollejo, que lo sigue siendo pese a que también transmite ya esa sensación de que cualquier tiempo pasado fue mejor (una única partida de mus en todo el verano por falta de quorum cuando hasta hace no mucho había que pegarse por tener mesa en el bar de Esme) y pese a que sus calles recobran una calma que incita incluso al aburrimiento pero que echaré de menos en cuanto pase tres días en la cuna de la democracia.
Porque volver a empezar nos lleva ahora al inicio del curso político, al reencuentro con gente que mayoritariamente se acuerda de ti sólo cuando puedes resultarle útil y al inconfundible olor a viejo de unos papeles que seguirán poniendo negro sobre blanco los eternos problemas de este nuestro terruño y los constantes retrasos e incumplimientos que de los proyectos pensados hace dos décadas para solucionarlos.
Volver a empezar nos lleva ahora a incorporarnos a una rotonda en la que León lleva demasiado tiempo dando vueltas por el carril interior sin ser capaz de tomar salida alguna ante la prioridad de quienes circulan por fuera, que llevan un coche con más caballos de potencia y más votos en el maletero.
Volver a empezar lleva ahora a ser tildado de sanchista y de traidor a la patria si uno defiende la necesidad de que los migrantes se dejen ver por estos lares (para que no acabemos siendo un auténtico desierto y para realizar trabajos indispensables que los autóctonos no queremos) o de ultraderechista si se defiende la necesidad de que haya un orden a la hora de favorecer su llegada y su integración social.
Y volver a empezar lleva ahora ser tildado de cateto si te limitas a defender León y a denunciar que tanto en Valladolid como en Madrid, tanto el PP como el PSOE, nos toman el pelo mientras nuestros propios paisanos asienten desde sus escaños pese a que se siguen dando privilegios e inversiones a quienes circulan por el carril exterior de la rotonda. Ahí están el concierto catalán (muy progresista y mucho progresista) o el Torneros del Pisuerga que el bipartidismo ha montado tras abandonar el del Bernesga. Y ahí está el Emperador, con un nuevo compromiso que (spoiler) tampoco se cumplirá y que nos hará seguir circulando por el carril interior de la rotonda , que es el de la nostalgia y la frustración.