Después de la experiencia vivida con la última oleada de grandes incendios, iniciados hace unos quince días, nadie duda que los pueblos se salvaron, o sufrieron menores daños de los previstos, gracias a la labor de los voluntarios. Cierto que más tarde que pronto llegaron medios del Estado, de la Junta, de la Diputación y hasta de los ayuntamientos, pero quienes han apagado los fuegos en la periferia del casco urbano han sido los vecinos y vecinas que se quedaron voluntarios, o dicho de otra manera, sin su colaboración se habrían quemado más casas, en algunos de los casos, y abrían desparecido pueblos enteros en otros. Unos voluntarios que para serlo tuvieron que desobedecer las órdenes de desalojo de la Guardia Civil, tuvieron que sublevarse, discutir con sus razones, y enfrentarse a sanciones administrativas.
Las manos de los que se quedaron, por lo general de gente joven y a la vez experimentada, junto con medios materiales como la maquinaria agrícola o de obra pública, fueron decisivas para frenar el avance de las llamas hacia nuestras casas. Su conocimiento del entorno fue imprescindible para la actuación de los equipos de extinción, que se las veían y deseaban para encontrar puntos de agua para reponer y para encontrar las bocas de riego para enchufar sus mangueras. Estos voluntarios no sabían de horarios, ni interrumpían su trabajo porque llegara la hora del almuerzo, pues su compromiso con el pueblo, con su pueblo, y la necesidad de defender lo suyo y lo de los demás, estaba por encima de todo.
Llegado a este punto, creo que, de cara al futuro, donde estos episodios se van a repetir todos los años, se debe de crear un cuerpo de voluntarios para la extinción de incendios forestales, con actuación local o como mucho comarcal, con los que podrían contar las autoridades llegado el caso. A la vez se le debe de dotar de un estatus jurídico determinado y medios materiales necesarios, y por supuesto quedarían eximidos del cumplimiento de las órdenes de desalojo. Decidir quién puede ser voluntario y quién no, para estas tareas arriesgadas, y asignar tareas, lo deben de decidir las autoridades.