17/07/2021
 Actualizado a 17/07/2021
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Los cánones de belleza son muy volátiles y van dando bandazos según las modas y el paso de los años. Los potenciadores de dichas variaciones son múltiples, siendo muy difícil en muchos casos identificar un origen o hecho específico como causantes de esos cambios, que convierten de un plumazo lo bello en vulgar y lo supuestamente poco agraciado en un exponente máximo de la belleza.

Desde hace unos años las redes sociales y los filtros de varias aplicaciones y de los propios teléfonos móviles han favorecido el protagonismo de una belleza irreal. No seamos ingenuos, las redes sociales son en su mayor porcentaje un escaparate en el que mostramos a amigos y enemigos una vida idílica, en la que no hay casi espacio para los días grises que todos, sin excepción, tenemos. Nuestro aspecto físico juega en todo esto un papel capital, topándonos un día sí y otro también con imágenes de personas conocidas, que debido a la utilización de filtros y retoques pasan a ser desconocidas.

En 2019 la periodista Jia Torentino acuñó el término ‘rostro cyborgiano’, cuyos rasgos comunes son juventud, piel sin poros, pómulos altos y marcados, ojos de gato con pestañas largas y caricaturescas, nariz pequeña y labios carnosos y exuberantes. Esta moda está causando incluso un aumento de operaciones de cirugía estética que buscan acercarse a este nuevo ideal de belleza alejado de la realidad. Un ejemplo más de cómo el mundo real y virtual se entrelazan hasta conseguir borrar las líneas que separan uno de otro, con las consecuencias negativas que esto conlleva para millones de personas.

Estamos ante un problema que hay que atajar y por esta razón desde diferentes Gobiernos se están tomando medidas. El último ejemplo me lo hizo llegar Patricia Campos de ‘#SaveTheMarketing’, organización que apuesta por un marketing ético. Noruega ha aprobado una ley que obliga a los ‘influencers’ y a los anunciantes que utilicen en redes sociales, revistas, periódicos yo cartelería publicitaria imágenes retocadas o con filtros avisar de ello en la misma publicación. El objetivo es claro, luchar contra esta lacra de publicidad engañosa que fomenta unos ideales de belleza irreales.

De momento quedan libres de esta obligación legal los usuarios anónimos, aunque sería interesante debatir si también nos deberían obligar a reconocer ante nuestros seguidores que hemos aplicado algo de ‘chapa y pintura’ a una imagen. Quizás así nos animaríamos a ser más naturales y mostrarnos tal como somos, lo que sin duda favorecería nuestra autoestima.

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