Algunos pedían una glorieta, otros una avenida. Eso sí, un monolito en un parque sí tiene. Otros llevaron flores a la que fuera su primera Diputación. Cada uno celebra a su manera las 200 velas que sopla la Provincia del Vierzo. Bueno, sopla dos siglos de recuerdo de un momento efímero y que nadie quiere toquetear demasiado. No sé si con nostalgia o aprovechando una coincidencia temporal, el Bierzo se poneen pie para destacar lo que le define. Y tal vez sea precisamente eso, que cada cual celebra como quiere y se siente propio también como se da a entender a sí mismo. Esa individualidad, hasta en cómo celebrar un cumpleaños, es lo más propio del Bierzo y por eso siempre le ha faltado el ceder y dar la mano. Somos así y hay que querernos, porque de corazón no fallamos. Si hay que rendir culto al botillo, ahí estamos los bercianos encabezando los rezos, aunque sea vigilia. Si hay que aplaudir los productos propios, no se queda en el tintero ni un adjetivo resultón. Y si tenemos que luchar por lo nuestro cuando nos tocan el alma minera…entonces…Entonces miramos atrás y vemos la marcha negra, los bastones en alto de los que apretaban los dientes y guerreaban dejándose la piel. Aún saboreamos convenios colectivos que se deben a esas caras tiznadas de mineral. La reivindicación berciana se queda en esa nostalgia, aunque las bofetadas sigan doliendo en el presente. Pero nos da por poner la otra mejilla y mirar al otro, al que está mejor y al que está peor, y sopesando, nos dejamos al querer mantener el «como estoy». Y así el Bierzo se mira en el haber sido provincia como algo baladí, cultural, de museo. Se queda en comarca «como está» sin tocar una coma. Incluso con la autocomplacencia de saberse la única de Castilla y León en su especie. Así el avance es corto porque no hay más reto que seguir adelante sin moverse del sitio y eso, los bercianos lo sabemos bien, es caminar en círculo y aprovechar para comer tarta.

Vierzo, con V de ‘proVincia’
19/10/2021
Actualizado a
19/10/2021
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