22/08/2023
 Actualizado a 22/08/2023
Guardar

Los veranos, especialmente, nos tienen acostumbrados a los incendios. Este año le ha tocado a Tenerife y también a España entera. Resulta desolador ver con qué impotencia algunos contemplan cómo arden sus casas. Sin embargo a ninguno de los propietarios de las casas quemadas se le ocurre justificar a los pirómanos. No así cuando es España la que se destruye, sino que se consiente y apoya a quienes buscan su destrucción. Las causas por las que se provocan los incendios son múltiples y en algunos casos lo que se busca es el interés personal, sea por la madera, por los pastos… En el caso de España, el Pirómano Mayor del Reino lo único que pretende es mantenerse en La Moncloa. 

En principio no nos sorprende que pueda hacer tanto daño alguien que solamente piense en sus propios intereses, pero no es cuestión de echarle a él toda la culpa. Hay otras muchas personas cercanas que también lo defienden cínica y cobardemente, buscando egoístamente sus beneficios, aunque no coincidan con el bien de España. Pero tampoco vamos a culpabilizarlos demasiado.

En el caso que nos ocupa lo más fácil es señalar a los independentistas vascos y catalanes, que también van a lo suyo, pero hemos de reconocer que tienen su parte de mérito porque no se cruzan de brazos a la hora de defender sus intereses, aunque sean egoístas, y además son sinceros, pues no ocultan sus intenciones.

Ni Sánchez, ni el prófugo de Waterloo, ni Rufián, ni Otegi, los pirómanos de España, tendrían posibilidad alguna de alcanzar sus objetivos, sin la ayuda mayoritaria del pueblo Español. Ese pueblo formado por gentes de nuestros pueblos y ciudades, tal vez de nuestras familias, que no miden las consecuencias de sus votos o que sencillamente prefieren aliarse con dichos delincuentes incendiarios. O sea, que se mueven ya sea por la ignorancia, ya sea por la maldad o por ambas a la vez.

Claro que, siendo objetivos, parece que los principales responsables de este desastre habría que buscarlos entre alguno de los líderes de la oposición. Pero no vamos ahora a cargar las tintas sobre ellos, dado el trauma y desolación que están padeciendo por su nefasta gestión, sufriendo ahora el llanto y el rechinar de dientes. Tal vez otro día nos atrevamos, desde nuestra inmodesta opinión, a sugerirles algún consejo, aun con el presentimiento de que no será tenido en cuenta, por muy acertado que sea. Eso sí, con la seguridad de que el tiempo nos dará la razón. Es triste tener que escribir estas cosas, pero más triste es padecerlas.

Lo más leído