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La vida secreta de los céntimos

15/09/2023
 Actualizado a 15/09/2023
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Pequeño Zar rompió la hucha. Fuimos a cambiar su bolsa llena de céntimos a una máquina en un supermercado cercano. Introducíamos las monedas en la ranura y en la pantalla iba saliendo la cantidad a la que equivalían. La cifra ascendía rápidamente. Emocionado, Pequeño Zar me daba golpes en la pierna emocionado, fíjate, 10, 12, ¡13! ¡Soy rico!, gritó. Dicho, por supuesto, sin ninguna ironía. Pensé, me gustaría guardar esa inocencia para siempre: un niño que aún no conoce el valor del dinero. Nos fuimos a casa tan ufanos con nuestros 13,21 euros atravesando las calles de Lavapiés al atardecer. 

Por el camino le pregunté de dónde había sacado tantas monedas, ¿eran las que descubría en la calle? Dijo que sí, en la calle y en el autobús y en el supermercado, y en los monederos. Los monederos, ¿qué monederos? Los que encuentro. Ah, ¿pero encuentras monederos? Cuando vengo con Paqui de Atocha siempre encuentro monederos y se los doy a los policías. Me quedé en blanco. ¿Qué policías? Los que están en el cuartel cerca de casa. ¿Quieres decir, los de la comisaría? Sí. Pero a ver, ¿cuántos monederos has encontrado? Me miró un poco preocupado porque yo debí de poner una expresión rara. Hizo un gesto vago, dos…tres… muchos. ¿De gente que los pierde? No, son de los ladrones, los roban y les quitan todo lo importante que hay dentro, ya sabes, y luego los tiran por ahí y yo los encuentro y siempre hay céntimos dentro, yo cojo los céntimos, nadie quiere los céntimos. Y ¿qué te dicen los policías? Que si hay DNI y tarjetas y eso. ¿Y hay DNI? No, sí, a veces. Pero ¿cuántas veces has ido a la comisaría? Dos, tres…, no sé, hay muchos ladrones malos.

Puso cara de, ya sabes, y me callé. Me imaginé a Paqui con Pequeño Zar entrando en la comisaría a devolver un monedero vacío. Es una comisaría enorme, siempre hay policías atareados entrando y saliendo, coches policía llenos de abolladuras aparcados enfrente, gente con ánimo abatido sentada en los escalones. Me imaginé la expresión de los policías la primera vez. Y luego la segunda y la tercera. Una escena cómica, el pálido niño de 10 años entregando una cartera vacía en medio de los dramas que suceden en las comisarías. Me dio la risa, pero a la vez sentí una punzada de desilusión: Pequeño Zar no era tan inocente, estaba descubriendo las verdades de la vida. 

 

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