Cuando hablo telefónicamente con el periodista Vicente Vallés acaba de proclamarse alcalde de Nueva York el socialista y musulmán Zohran Mamdani. Aunque he llamado al conductor de los informativos de Antena 3 para hablar de su última novela, una historia trepidante titulada ‘La caza del ejecutor’ (Espasa), muy recomendable para los interesados en los engranajes ocultos del tablero global y en el complejo equilibrio geoestratégico, no me resisto a hablar de la nueva figura política de los Demócratas, que está emergiendo a gran velocidad en los Estados Unidos.
Para Trump, la aparición de Zohran parece un dolor de cabeza. Dijo, como suele hacer, que reduciría las partidas económicas para Nueva York si este hombre ganaba las elecciones a la alcaldía, pero no consiguió nada. En efecto, la rotunda victoria de Mamdani tiene algo de golpe duro para el trumpismo, que ya comprueba como su propaganda habitual y sus formas autoritarias de gobierno empiezan a ser contestadas por una parte de la población. No se olvide que llevamos semanas de protestas en los Estados Unidos, sobre todo por las maniobras de Trump para avanzar en la militarización de las ciudades supuestamente inseguras. Trump, como suele ocurrirle al populismo de la ultraderecha, mezcla inmigración e inseguridad y lo utiliza como arma política y electoral. Y, hasta ahora, le ha funcionado.
Mamdani es quizás sólo un símbolo en una ciudad multiétnica. Más bien, lo de Mamdani es un síntoma de lo que pasa bajo la superficie. De la misma manera que la ola ultraderechista parece recorrer el mundo y alcanzar peligrosamente a Europa, donde dicen que muchos jóvenes compran inexplicablemente ese discurso, al otro lado del charco las cosas pueden estar cambiando a gran velocidad. El hartazgo con respecto a Trump y su gestión no deja de crecer. Mamdani le gritó a Trump que subiera el volumen de la televisión (sabe que el magnate es muy de ver la tele y guiarse por alguna cadena de su gusto), que escuchara con claridad el mensaje: «Nueva York fue creada por los inmigrantes, seguirá siendo una ciudad de inmigrantes y, desde esta noche, la gobierna un inmigrante», dijo. El sobreactuado decorado trumpiano mostraba así sus grietas, si es que no lo había hecho antes. El cierre del gobierno y la militarización de las ciudades son dos de los asuntos principales que forman parte de este creciente malestar. Mamdani es para muchos el símbolo de una rebelión.
Vicente Vallés suele combinar la ficción («me invento cosas, claro», me dice) con un amplio conocimiento de los resortes que mueven al poder. Le ha fascinado Rusia y sus comportamientos desde la disolución de la Unión Soviética y a ello le ha dedicado algunos de sus libros anteriores. También en ‘La caza del ejecutor’ hay mucho de la Rusia actual. Cuando uno lee a Vallés sabe que va a obtener mucha información, porque en sus historias la realidad pesa lo suyo, y, en especial, la mirada sobre el mundo contemporáneo. «Lo de Mamdani no sé si es importante para el Partido Demócrata, [que, desde luego, necesita un líder]. No sé si su figura se expandirá más allá de Nueva York, pero lo que tengo claro es que políticamente está lanzando un mensaje», me explica el periodista. «Empieza a ver un movimiento importante en los Estados Unidos contrario a Donald Trump, no sólo por esta victoria del [socialista] Mamdani [junto a otras victorias similares, también del lado Demócrata, en Virginia o Nueva Jersey], sino porque la participación en las elecciones ha sido mucho mayor ahora que en ocasiones anteriores. La gente que dejó que Trump ganara, por ejemplo, no yendo a votar la última vez, empieza a movilizarse, sin duda. Es parecido a lo que ya pasó en 2020, y por eso entonces ganó Biden. En 2024 no ocurrió, y Trump volvió a ganar. A largo plazo, cuando lleguen las elecciones, es más que posible que pueda haber un cambio político».
Vicente Vallés es un apasionado de los estudios geoestratégicos y del análisis del poder, pero está preocupado. Hay un oleaje mundial complejo, y late esa sensación de que la incertidumbre, incluso el miedo, gobierna la vida cotidiana de la gente. También le preocupa el periodismo. Este Premio Ondas, entre otros muchos reconocimientos, ejerce habitualmente un periodismo crítico con el poder, para algunos construido desde una mirada conservadora. No parece importarle. Lo que sí le importa es ese extraño juego de la verdad y la falsedad que parece remover hoy los cimientos de la información. Y, claro es, el raro prestigio de los bulos, de la confusión y el equívoco. «Pero creo que se niega a menudo la veracidad de noticias que sí son absolutamente veraces. Los seguidores de una u otra idea política tienden a creerse aquello que les dicen los suyos. Es decir, se creen sobre todo lo que les gusta creer. Es un efecto del estilo trumpista de hacer política. Y, en fin, no sólo lo utiliza la ultraderecha: se está generalizando».
‘La caza del ejecutor’, su última novela y quizás su mejor libro, nos muestra toda esa complejidad del mundo de hoy. Rusia sigue siendo un elemento central en su aproximación a la geoestrategia, pero en esta novela viajamos prácticamente por todos los centros de inteligencia y de espionaje del planeta, incluido el CNI. Vallés es quizás nuestro mayor autor en materia de espías. «Me alimenté mucho de Forsyth y de Le Carré. Siempre digo que son mis grandes maestros, junto a otros, pero es que admiro de ellos esa capacidad de utilizar la realidad, de escribir siempre usando datos reales, aunque por supuesto también haya mucha ficción en ellos. Me gustó que defendieran la novela como un territorio en el que también se aprende. Yo intento que el lector aprenda. Mis espías son muy humanos, por más que tengamos otra imagen: tienen sus debilidades, sus problemas, sus tentaciones. Sé que hay espías que me leen, y por supuesto que he conocido a algunos: quizás con algún veterano de la CIA que llevaba más de treinta años allí, es con quien he mantenido más conversaciones, no sólo ahora, para escribir mejor sobre todo este universo», explica Vallés.
«No soy un tipo muy organizado escribiendo», me dice. «Creo que la improvisación española tiene sus cosas buenas… Pero hay que andarse con cuidado al escribir algo como esto, porque es una historia de ficción incrustada en la realidad», cuenta Vallés, que arranca esta novela con el asesinato de un desertor del servicio de inteligencia ruso durante una estancia en las Maldivas. «Los espías parecen una cosa de la Guerra Fría, que acabó con la disolución del mundo soviético, pero yo creo que hay una nueva Guerra Fría en este momento, con parecidos protagonistas, más China. Así que, sin duda, vuelven a estar de moda, también en los libros».