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"Vete a pastar"

06/11/2017
 Actualizado a 18/09/2019
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Las prisas y todo eso nos hacen cometer errores. Suena a excusa, pero es así. Recuerdo uno de los que más problemas me ha dado. Le cambié el nombre del caballo que ganó una feria. Se sucedieron las llamadas a la redacción indicando el error, exigiendo la rectificación y sugiriendo maneras de evitar que eso me volviera a ocurrir. Yo había salido y las llamadas las había estado atendiendo el jefe, que amablemente me informó de la situación nada más entrar por la puerta. «Cagüen Babieca, Rocinante, Platero y toda su burra descendencia», troné. «Tú sí que eres burro», replicó mi jefe. En mi bisoñez, para tratar de arreglar el desaguisado me ofrecí a ir a hacer una entrevista. «¿Al caballo?», preguntó estupefacto mi superior, pero yo ya no escuchaba.

Si hubiéramos estado en el siglo XVII habría salido raudo espoleando mi montura, aunque más me hubiera valido quedarme donde estaba. Al llegar el caballo estaba muerto, supuestamente porque yo lo maldije.

Cuando me recuperé del susto, por deformación profesional y manifiesta temeridad y desprecio por mi vida pregunté que, en serio, de qué había muerto el caballo. Lo solté así, a lo Perry Mason, con el cadáver aún caliente y en la cuadra porque no había ni llegado el veterinario. No contento con eso pregunté si estaba asegurado porque «un campeón como ese tendría una buena póliza…». Tuvimos que salir pitando, el fotógrafo me acompañaba, después de que nos amenazaran con el mismo cencerro que le habían dado de trofeo en la feria, que tiene que doler bastante.

Volví indignado a la redacción. Quería investigar la muerte del caballo, que vamos a llamar X. A falta de la autopsia, estaba seguro de que lo habían envenenado los que quedaron segundos. Le propuse el reportaje a mi jefe, que lacónicamente me miró como el que mira al que no tiene salvación y me invitó «Mirantes, vete a pastar».
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