04/09/2023
 Actualizado a 04/09/2023
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El verrón era un cerdo sin castrar, que se criaba como semental para todas las ‘gochas’ del pueblo. Había dos: uno, el del Señorito, para uso exclusivo de su cuantiosa manada particular; y otro, que lo criaba el tío Valentín, para todos los demás, que eran dos docenas de cerdas repartidas y encerradas en las cuadras del pueblo y destinadas a criar antes de ser sacrificadas por Navidad. Lo cita nuestro ‘Melladín de Pedrosa del Rey’ (Antonio Valbuena) en uno de los cuentos de su libro ‘Rebojos’. Y en el mundo rural de la infancia de la mayoría de los adultos de hoy también era el verrón (berrón) aquel niño que lloraba (berreaba) sin motivo alguno hasta apabullar a los demás. 

Y en la memoria de muchos de nosotros pervive la imagen del padre arrastrando a la joven gochina, calle arriba, amarrada con una cuerda al cuello, y uno de los hijos detrás, con un palo de fresno como aquellos que usaban el maestro y el cura de la Preceptoría y que tantas orejas y dedos destrozaran a más de un alumno montaráz. Vine a la memoria aquella imagen estos días de agosto cuando un mandamás del deporte, durante la celebración de un gran triunfo del equipo femenino,lo celebró propinándole un beso en los morros a una de las jugadoras, lo que despertó un furor desenfrenado en la población. Lo cual se encrespó aún más cuando el intrépido, en vez de disculparse, lo agravó con unas declaraciones obscenas y con un toque de ‘güevos’ delante de la misma Reina y su hija que presidían un acto oficial.

Y todo un país, en plenas vacaciones veraniegas, pendiente de este personaje y su negativa a la dimisión de su cargo de director general (subvencionado, como no, por el Estado) de ese deporte millonario que acapara el interés de una mayoría que parece subyugada por un espectáculo que, en sustitución de los toros, se ha convertido en la única fiesta nacional. Y lo peor es que este asunto se enfoca generalmente desde un punto de vista legal, cuando más pareciera algo simplemente ‘moral’. Lo que viene siendo el clásico sujeto ‘impresentable’ pero nunca un criminal.

Verrones los ha habido siempre (y berrones también) pero no suelen ser objeto de atención más allá de un comentario más o menos cargad de maldad. A ninguno de ellos se le ha tratado de llevar ante un tribunal. Todo lo más actuar como en el cuento: «Cuyo dueño, así como tiene la pejiguera de cuidarle y sostenerle en utilidad y provecho de sus convecinos, sin poder venderle ni caparle durante el año...»

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