Históricamente existió el veraneo, sí, pero… tan solo para los «patricios», clases nobles o adineradas, aunque en época del desarrollismo, años sesenta y setenta del siglo pasado, los «plebeyos», currantes o clases medias, tímidamente dieron los primeros pasos hacia una nueva forma de pasar unos días de asueto en el estío.
Sobre todo, para aquellos que habitaban las cuencas del Jarama, Lozoya, Henares o Manzanares, río al que Cervantes nominó: «aprendiz de río», tierra que tiene por patrón a un agricultor, sí, pero… las cosechas de mies y legumbres hace más de un siglo que tan solo se cuentan por sacos de cemento.
Pues bien, esas gentes, procedentes en su mayoría de provincias, llegaban a la capital de las Españas para intentar progresar al socaire del poder, algo que fue decisivo y mortal para acrecentar la despoblación de León. Mas en verano volvían al terruño que los había visto nacer y crecer y en muchos casos acompañados de sus familias. Gentes que retornaban ilusionadas a lomos de sus Seat 600 y 850, cargados con bultos hasta en la baca, aunque conocí a unos que hacían el viaje de ida y vuelta en Vespa/sidecar.
Aviso para veraneantes: Si este verano piensas deambular por Babia sepas que pisas una tierra totalmente purificada y desparasitada… merced al frío reinante, ya que la cercana estación meteorológica, situada apenas a 1.200 metros de altitud, registró en invierno una temperatura de –29,7 grados, (bajo cero), en el lugar denominado «Prado Veneiro», Ayuntamiento de San Emiliano y pradería de Cospedal, donde el grajo no es que volara bajo, no, ¡es que ni volaba!, puesto que hacía un frío del carajo. La rareza de esta zona, con vistas a Peña Ubiña, es que ha anotado récord de temperatura lejos de la alta montaña.
Claro, así, con este «sahumerio» invernal, se conservan los babianos como robles, ¡por no mencionar a las babianas…!Salud.