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Vente ‘pa Madrid’

04/12/2015
 Actualizado a 11/09/2019
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Hace tiempo que Ketama nos invita con decisión a acudir a Madrid: «Vente pa Madrid». Total que este fin de semana le hice caso y allá que me fui. Las calles y demás, pese a lo que yo esperaba, estaban cubiertas de calma, comenzando por el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Y eso me alegró mucho, pues me alcanzaba el miedo desprendido estos días por los atentados terroristas acaecidos en París, Bamako (Mali) y Túnez. Y aunque todavía no me ha abandonado del todo ese miedo oculto, disimulado, el respirar sereno de la ciudad de todas las manifestaciones me llevó al teatro. El poeta cuya calle en Fabero del Bierzo conozco en abundancia, Federico García Lorca, me aguardaba con los brazos abiertos, poco menos que si fuese Margarita Xirgu, en el Ateneo con Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, esa joven rota para siempre por el desamor con un ramillete de estrellas fugaces en las manos, eléboros y heliotropos apiadándose.

Muy cerca del Ateneo, en el Centro Cibeles, dedicado con antelación a correos y recientemente a la alcaldía, más varias salas culturales, una larga cola entusiasta avanzaba en dirección a la exposición retrospectiva del pintor ruso pionero del arte abstracto Wassily Kandinsky con motivo de sus 150 años. Las 100 piezas expuestas justifican el éxito de dicha convocatoria: Kandinsky. Una retrospectiva. Sin embargo yo no he acudido, pero no me preocupa, pues como quiera que ahora me dejo llevar por Ketama lo haré en otra visita. Hasta el 28 de febrero hay tiempo.

Debo agregar que con tono apaciguado y alegre en el distrito San Blas- Canillejas, en el Parque del Paraíso, el domingo, bajo el lema ‘Encuentro por el cambio’ convivían y festejaban los componentes y simpatizantes de Podemos.

Está claro que he obedecido a Ketama y que me fui a Madrid con los ojos bien abiertos para un mayor aprendizaje, gozo o disfrute. Regresé el lunes en un tren Ave, ahora barato por la oferta, hombre, no tan chulo como otros, pero corría mucho, casi no me creía los 199 km/h que marcaba el visualizador frontal. La novedosa sensación leonesa me recordaba la emitida por el Bala japonés.
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