La enciclopedia de Álvarez, que algunos estudiamos en nuestra infancia, traía bastantes fábulas. Recuerdo una de Samaniego: «En una alforja al hombro llevo los vicios: los ajenos delante, detrás los míos. Esto hacen todos; así ven los ajenos, mas no los propios». Es posible que, aunque entonces la supiéramos de memoria, no entendiésemos su verdadero alcance.
Sin embargo hoy día nos encontramos con numerosos ejemplos, empezando por nosotros mismos. ¿Acaso no es cierto que nos pasamos el día hablando de los defectos de los demás, olvidando que nosotros no somos mejores y que caemos en los mismos vicios y pecados?
Por supuesto, esto es perfectamente aplicable al campo de la política. Se ven mejor los defectos del adversario que los propios. Más aun, lo más frecuente es que, aunque los otros tengan y hagan cosas buenas, hay que criticarlas de oficio. Cualquier pretexto es bueno para descalificarlos. Pero cuando uno critica en los demás los mismos fallos que él comete, a eso se le llama hipocresía y cinismo.
En estos temas de la política no parece conveniente inclinarse a favor de uno u otro bando, porque ninguno es perfecto y todos tienen cosas buenas. Sin embargo la realidad es tozuda y no es difícil constatar que hay dos varas de medir. La derecha, con razón o sin ella, ya tiene suficiente fama de corrupta. Por el contrario la izquierda se presenta siempre con el certificado de superioridad moral. No han tenido ningún reparo en derribar a un gobierno elegido democráticamente y no condenado explícitamente por ninguna instancia. A todos nos vienen a la memoria los diferentes másteres y títulos de políticos de centro derecha y la fuerza con que han surgido acusaciones por todas partes. Lo que no podían imaginar muchos de los acusadores es que ellos mismos iban a pasar ahora a ser también objeto de acusación por semejantes razones. La ministra y portavoz Celaá habla de una campaña de acoso incomparable, de una cacería… Pero no pensaba lo mismo cuando pusieron la moción de censura, como si eso no fuera un verdadero acoso y derribo con todas las consecuencias.
Dice el refrán que por la boca muere el pez. Las hemerotecas las carga el diablo. Todo el mundo tiene derecho a aspirar a tener un chalet, pero si considero capitalistas a los que los tienen no parece coherente que un progresista haga lo mismo que ellos, o que si critico la enseñanza concertada mande mis hijos a ella, o si critico a los que sacan un título por la cara haga yo lo mismo, o si derribo a un gobierno critique a quien derriba a un ministro…

Varas de medir
02/10/2018
Actualizado a
07/09/2019
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