08/03/2024
 Actualizado a 08/03/2024
Guardar

Supongo no ser el único al que más de un amigo le ha preguntado por lo que ha pasado en el incendio del edificio de Valencia y, cómo no, qué pasa aquí y ahora.

No es de extrañar la preocupación, por lo impactante del suceso y con el añadido de vivirlo en directo. Pero no es un asunto nuevo: hay que recordar, de hecho ya se ha recordado en los medios, el ocurrido en Londres no hace muchos años (seis, creo), muy similar. Fue un incendio que, al ver las llamas, inmediatamente me llamó la atención que ardía la fachada, cuando, en los incendios normales, si a un incendio se le puede calificar de normal, el fuego «sale «por las ventanas», de dentro a afuera, y no al contrario. La explicación era bastante sencilla, y cualquiera que estuviera en este campo de la construcción lo comprendió enseguida: que la fachada había sido recubierta exteriormente, pues el edificio era antiguo y había sido rehabilitado, con algún material derivado del poliuretano o similar, que es inflamable. Aquí el edificio era nuevo, pero las consecuencias, las mismas.

Haciendo un poco de historia, y muy simplificadamente por no complicar el tema, la realidad es que la construcción ha funcionado durante siglos con muy poquitos materiales: arcilla al natural o cocida, piedra, madera, plomo, cobre y poco más. En el siglo XIX, con la revolución industrial se le añadió el hierro y sus variantes y, ya sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, se ha producido la aparición de muchos y nuevos materiales de todo tipo y sobre todo derivados petrolíferos, nacidos en parte por el propio avance tecnológico, en parte por dar variedad a la oferta y en parte por la competencia comercial y lucha de mercado.

Del comportamiento de esos materiales históricos se tiene un conocimiento contrastado, cosa que evidentemente no sucede con los nuevos, sustituyendo en ellos esa conocimiento por programas exhaustivos de pruebas de laboratorio, que, por mucho que se pretenda, nunca llegan a ser perfectos, lo que, ocasionalmente, no siempre, es cierto, ha dado por resultado rotundos fracasos, y lo digo por propia experiencia.

Añadamos que estos nuevos materiales, en general y por su propia especialización, llevan aparejada una diferente forma de aplicación, con lo que el riesgo de fallos, se multiplica.

De las informaciones sobre la construcción de la fachada del edificio de Valencia, variadas, contradictorias y últimamente bastante oscuras, supongo porque se están jugando muchos millones en indemnizaciones, y solamente como ejercicio intuitivo, al parecer aquí se han producido ambas cosas a la vez. Por un lado, y siguiendo un esquema publicado en el primer momento, el cerramiento del edificio estaba compuesto por una pared interior gruesa y un acabado exterior con un panel de doble hoja de aluminio rigidizado con un material no determinado y fijadas entre sí con un producto derivado del petróleo (que es el que al parecer ha ardido). Ese acabado final y el cerramiento general estaba separado por una cámara de aire abierta en toda la altura del edificio, lo que motivó el efecto «tiro de chimenea».

Volviendo atrás en el tiempo, la evolución de los cerramientos de los edificios ha seguido unos pasos similares al seguido por los materiales que lo componen.

Hemos pasado de paredes «gordas» a paredes mucho más finas, sobre todo porque, al precio que se ha puesto el metro cuadrado de edificio, cuanto menos gruesos sean los cerramientos, más espacio «vendible» queda. Y así, aquellos muros de a metro (y más) se han convertido en cerramientos mucho más esbeltos, formados con dos paredes de ladrillo más o menos grueso y una cámara intermedia, cámara que allá por los años 60 y 70 del siglo pasado se dejaba vacía, y que ahora, por las exigencias térmicas, se rellena con materiales aislantes generalmente de lana de vidrio o roca, o bien petrolíferos como el poliuretano.

Este último es inflamable, y ha de colocarse en espacio cerrado, que es como se hace habitualmente: entre dos paredes incombustibles y cerrado por arriba y por abajo con los forjados de piso. De esa manera, la cámara en que ese material aislante se encuentra, al estar completamente sellada, de ninguna manera puede arder.

Por las imágenes y noticias, siempre desde su interpretación y dadas las escasas explicaciones dadas en los días posteriores, ha sido el material de unión de las láminas exteriores, muy inflamable, el que ha originado la extensión del fuego a toda la fachada, ayudado por el fuerte viento y una cámara de gran altura con tiro de chimenea.

En todo caso, este tipo de cerramiento de fachada no es en absoluto habitual, por estos lares al menos, ya que en la grandísima mayoría de los edificios posteriores a 1979 (año en el que publicó la Norma Básica CT79 de condiciones térmicas), y que nos rodean, el aislante de la cámara, sea del tipo que sea, lo está en espacios sellados, y no hay que tomarse más preocupación que la necesaria de ver cómo está hecha tu casa, y, si tienes dudas, consultar a un técnico en el sector, o, mejor aún, y si ello es posible, al arquitecto autor del proyecto del edificio.

No hace falta ir más allá.

prueba 06
prueba 06

 

Lo más leído