Vacunas de garrafón

Las fiestas y botellones nos han inculcado a todos una lección indiscutible: el alcohol nunca debe mezclarse. Empezar la noche bebiendo ginebra implica terminarla del mismo modo; una operación que debe repetirse con todas y cada una de las bebidas alcoholicas. Quizá pierdas sabores, pero también evitas una buena resaca mañanera. Si todos tenemos esto claro, considero que con las vacunas debería suceder lo mismo: una vez administrada la primera dosis de AstraZeneca en nuestros organismos, lo mejor debería ser continuar con esa misma vacuna.

Sin embargo, Sanidad ha realizado una campaña de miedo y desconfianza contra la vacuna inglesa a lo largo de esta semana resucitando el tema de los posibles trombos. La existencia de veinte casos de trombosis, cuatro de ellos mortales, son los que vociferaban nuevamente para demostrar los efectos adversos de AstraZeneca. Veinte de cinco millones, no olvidemos ese dato que tratan de hacer pasar desapercibido. Dicho de otro modo, hay un 0,000004 % de posibilidades de que suceda. Aun así, con los datos estadísticos en una mano y los avances científicos en la otra, la campaña de desprestigio no se ha hecho esperar.

Por suerte, como se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, Sanidad admitió que había un problema con la demanda de AstraZeneca para la segunda dosis. Detrás de estas palabras está la clave: su campaña a favor de Pfizer y en contra de la vacuna inglesa no se debe a los posibles trombos que puedan causarse o a la salida del Reino Unido de la Unión Europea, sino a que no hay suficientes dosis de AstraZeneca en España. En vez de sincerarse con la población, asumir el fallo y realizar nuevas compras de dicha vacuna, han preferido apostar por una vacunación de garrafón donde todo se mezcla y donde los efectos adversos pueden ser incluso mayores. Afortunadamente, aunque no esté siendo fácil por la cantidad de absurdos discursos negacionistas, cada vez son más las personas convencidas de que la vacunación es positiva, necesaria y la única alternativa que permite que los estragos del virus sean ínfimos y que volvamos a la deseada normalidad.