Imagen Juan María García Campal

Va por la Sanidad Pública

10/12/2025
 Actualizado a 10/12/2025
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Esta semana, por suerte, me ha tocado disfrutar. Sí, disfrutar de la tantas veces vilipendiada Sanidad Pública (variante de gestión: pública), esa en la que, incluso, a veces, son agredidos sus profesionales (en 2024, más de 17.000; un 16 % más que en 2023). Como de legionario no tengo casi nada, estuve el miércoles, hasta más allá de su ocaso, así como ausente de cualquier noticiario –pocas veces, si alguna, animan– en solidaridad con el ayuno mantenido, desde la cena del martes, por mi fiel e íntimo Mr. Barret que tenía que hacerse una gastroscopia a dicha hora. Fuimos acompañados de mi hija, y ambos, mi hija y yo, vimos con qué delicadeza fue atendido Mr. Barret tanto en su espera como en la prueba en sí, como bien reflejaron su temple y semblante una vez terminada aquella. Salimos del hospital (HuLe) comentando cómo le había ido la prueba y, contra toda recomendación médica, fumando Mr. Barret y yo mientras los tres mirábamos el complejo hospitalario y comentábamos la suerte que representa, aun sus deficiencias, este Sistema Nacional de Salud, por mejorable que sea. 

Que salvo los de Seguridad del Estado, que se renuevan continuamente, los cuerpos, nuestros cuerpos se van deteriorando por ese paso a través del tiempo que llamamos edad, es cosa de la que no solo nos hablan los sabios y fieles espejos, sino que también lo hace nuestro ánimo, nuestra resistencia, nuestra potencia (esa, esa) y hasta nuestro oído cuando uno, en una de las muchas ITVs (inspecciones técnicas del varón) que pasa, escucha a su médica de cabecera que le recetará un fármaco para una afección detectada –se me frunce el ceño–, mas presta –ha debido detectar mi desazón– añade que «es propia de la edad» –ah, esto ya es otra cosa–. Uno no pretende ser eterno –con estas realidades, eso no hay cuerpo que lo aguante– y ya que, escrito tengo, que «como apasionado amante / de la vida / hablo mucho con la muerte», solo pido, y sé que es mucho, que a la hora de palmarla no me acompañe el dolor y sí lo haga la consciencia. Siempre me enseñaron que ha de despedirse uno muy agradecido de donde fue bien acogido y bien tratado, y más, creo, si de la vida en sí hablamos. Sí, he escrito antes «disfrutar» y «suerte» y lo repito. Cómo no hacerlo cuando se es paciente beneficiado de la Sanidad Pública (¿cómo no defenderla siempre?) y no cliente beneficioso de la sanidad pública privada (ay, ay, ay) o privada. Y ahora, les dejo. Me espera la lectura de una novela, así como cinco veces negra, vamos, nigérrima. 

¡Salud!, y buena semana hagamos.

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