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Una relación tóxica

03/05/2023
 Actualizado a 03/05/2023
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Por fin se acabó. Y lo escribo con más alivio que pesar. El deportivismo ha vivido durante toda la temporada su particular día de la marmota que por fin termina. El ciclo ha sido agónico: de la desesperanza tras ver a los nuestros perder una oportunidad cada jornada, a la ilusión de mitad de semana de hacer cuentas y cuentos. «Si ganamos nos metemos». Pero la condición A de la proposición nunca llegó. Y es que las matemáticas, en otro tiempo firmes aliadas, han logrado estirar nuestra agonía como afición hasta estas últimas jornadas. Somos muchos los que hemos querido creer, los que hemos llevado a cabo una auténtica catequesis colectiva. Y hablo de catequesis porque lo de la Deportiva ha sido durante todo el año una cuestión de fe. Mientras las conjuras de las aficiones de equipos en la misma situación surtían efecto en forma de resultados, nosotros veíamos como cada opción real iba transformándose en remota posibilidad. La comunión equipo-afición que no hace tanto nos llevó a la gloria, es hoy una relación tóxica de amor adolescente. Para reconducir la situación no ha servido nada: ni los comunicados apelando a la gente, ni los cambios de entrenador. La toxicidad es un bucle que destruye y anula a los involucrados. Los convierte en meros altavoces de reproches que inundan todo de tristeza e impotencia. Por eso cuando una relación tóxica llega a su fin, es inevitable sentir una sensación de alivio entre la desazón. Alivio como el que muchos sentimos ahora cuando vemos el objetivo de la salvación inalcanzable, porque eso significa no volver a tener que creer en algo que va a hacernos daño. Una vez superado el duelo de este año nefasto, llegará el momento de volverse a ilusionar. Pero este año quienes nos merecemos de verdad unas vacaciones somos nosotros, los seguidores.
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