20/03/2023
 Actualizado a 20/03/2023
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Para algunos leoneses, inclusive para los que terminamos algunas palabras en sufijos como ‘in’ o ‘ina’, ‘verbi gratia’, decimos vinín, eso sí, con tapina, se nos hace muy cuesta arriba entender la cuasi sentencia atribuida al escritor romano conocido como Plinio el Viejo: «En el vino está la verdad..., –¡sería apoteósico si hubiera zanjado ahí la cuestión!, pero no, continuó– y en el agua la salud». «In vino veritas, in aqua sanitas».

Aún no hemos despejado el controvertido dilema de la tortilla de patata, con o sin cebolla, y añadimos un viejo debate: Ingesta de vino, ¿sí o no?

Para aclararlo, acudimos a la ciencia de la mano del Dr. Álvarez García, de don Antonio, mi amigo, Toño, quien nos lustra e ilustra: «Desde el punto de vista científico la controversia sobre los supuestos efectos beneficiosos y perjudiciales del vino son de mucha enjundia, pero las prerrogativas no son superiores a eliminar su consumo o hacerlo de forma esporádica. Si bien hay que tener muy en cuenta que las organizaciones de la salud, con la OMS al frente, no avalan los supuestos beneficios de la ingesta diaria de alcohol, aunque el resultado fructífero del vino se asocie a componentes polifenólicos que eviten el envejecimiento prematuro de las células. Conclusión: sabemos que el vino es una bebida alcohólica, ergo su consumo puede tener efectos nocivos para la salud».

Vale, pero nosotros vamos a dar un pasito más y a decirlo con un lenguaje más cercano, de la calle y rotundo: No es lo mismo estar bien que sentirnos bien, no, y el vino nos ayuda a sentirnos mejor, pues sí, ¡mucho mejor!

Algo así debió pensar Manolón, un babiano de Torrestío, ante la admonición que le daba don Manuel, el médico de San Emiliano, indicándole que no bebiera vino porque era malo. Manolón respondió con claridad: «Don Manuel, el vino ye malo cuando ye malo, ¡pero cuando ye bueno…! Salud».
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