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Un lustro sin Juan Morano

14/05/2023
 Actualizado a 14/05/2023
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El viernes se iniciaba la campaña electoral a las municipales, con especial atención a la capital leonesa por sus recientes incidencias. O escandaleras. O absurdeces. Bien lo saben y hasta masticado en el Partido Popular, con el ‘travieso’ y consentido proceder de su candidata en la elaboración de la lista al Ayuntamiento. ¿Agua pasada?, eso quieren pensar en la sede del Paseo de Salamanca, con su presidenta a la cabeza, pero ya se comprobará si así es, en el recuento de las urnas en la tarde y posterior anochecida del 28 de mayo. Dado que se vota en clave local –las autonómicas se prevén para 2026– las papeletas irán más afinadas que nunca.

Y ocurre, que llegado este tiempo de elecciones y de líderes, de politiquillos y arrimados –gente gris en la mayoría de los casos– nadie se ha acordado de que el pasado 5 de mayo –hoy hace diez días– se cumplieron cinco años, un lustro, del fallecimiento de Juan Morano, quien, con sus virtudes y defectos –como todo hijo de vecino– fue, en su tiempo, el referente incontestable de la ciudad. El político por antonomasia. Morano, le pese a quien le pese, fue un adelantado a su tiempo en eso de hacer política, de saber llegar a la gente. De convencer a quien pretendía denostarlo para, gracias a su acusada personalidad, atraerlo. Ahora, los pazguatos de la nueva época le tildarían de populista, de demagogo o de lo que se les ocurriera en ese momento. Lo fácil. Pero, mirándoles a los ojos, apabullándolos por su seguridad y carácter, el exalcalde les daría sopas con honda en cualquier escenario. Muchas veces lo hizo en los plenarios del Consistorio de San Marcelo.

Que a la vez era un hombre polémico, nadie lo pone en duda. Lo era. Y también un tipo valiente, como cuando se enfrentó a su propio partido por el problema del carbón leonés. O cuando se posicionó en contra de la guerra de Irak. Y se la jugó, a sabiendas de lo que ello significaría para su futuro político en el corto y medio plazo.

Hay una anécdota que explica quién era Juan Morano. Se celebraba en la Base Aérea de La Virgen del Camino el habitual acto de entrega de despachos presidido por el rey Juan Carlos. Morano llegó tarde. Tan tarde que ya se estaba con el tradicional ‘vino español’, razón por la que accedió al hangar con suma discreción por uno de los laterales. Y allí se quedó. Conversando con otros invitados. Sin acercarse a la mesa de autoridades. Pero hete aquí que el rey mira hacia su derecha –que así fue, tal cual– y lo ve. Y el monarca abandona el corrillo en el que se encontraba y, con paso raudo, avanza hacia Morano. «Juan, Juan», exclama. Y cuando llega a su altura le abraza y le coge del brazo para llevarlo a la presidencia. Todos se quedaron de piedra. Todos. Menos Juan Morano.
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