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Un güisquito, pero cortito

07/03/2020
 Actualizado a 07/03/2020
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Los que me conocen bien saben perfectamente que detesto el alcohol. Como decía Nico Bustamante, nunca me mamé, ni lo volvería a hacer.

Yo supe convivir sin “traumatizarme con un trauma”, como decía el gran Resines, y relacionarme de manera cívica con los amigos malos de Pinocho, que le daban al clarete con gas o a los cortos por el Húmedo.

Por aquellos años, solo tenía ojos para el deporte, de ahí que ahora, ya metido en los cuarenta siga teniendo un cuerpo atlético y modulado, y pueda perfectamente medirme con un adolescente en cualquier disciplina de tierra, o incluso agua.

Los míticos seguían tomando las copas en vaso de tubo fino, y empezaba a dejarse ver el vaso de sidra, la copa de balón sólo estaba reservada para los aficionados al Ron de importación, atrás quedo el Ron Bacardí.

Y así, mientras mis amigos se daban un par de puñetazos al hígado, yo me gastaba la propina en mostos (del tiempo),aguas tónicas y algún que otro Cacaolat, dando entender que me estaba atizando un Licor 43.

Sabía de oídas que existía un lugar lejos del centro que se llamaba “porrones” y que era poco menos que una ciudad sin ley, nunca entré en el Negrillón ni tuve el valor de subir las escaleras de la Casa Galicia. El Darío era temido por el Ocalimocho y mientras mis amigotes se tomaban un “peleas” en el Valdesogo yo apuraba mi zumo de melocotón, hablando con alguno de Angustias que había quedado descolgado.

Las horas de la noche se me hacían eternas, y confieso que solo quería que corrieran de dos en dos porque lo que realmente deseaba era despertarme pronto para ir a la Venatoria a hacer deporte, o en temporada de pesca, ir con mi padre al río y oxigenarme…

Ya se habrán imaginado que esto no es del todo cierto pero no voy a contar todas las juergas vividas, más que nada porque estaba con gente que hoy son personajes honorables alguno incluso columnista de referencia de este periódico, y personasde las que carezco autorización para dar su nombre. Salimos mucho y muy bueno (algunos padres seguirán pensando que demasiado), nos lo pasamos de lujo, vivimos, y muchos de los que nos criticaban, losque entoncesiban de serios y formales, veinte años después están irreconocibles, saliendo todo los días con el ansía desmedida, unos auténticos velociraptors. En la vida hay que vivir las etapas intensamente, como si fuesen el estribillo de una canción, porque de lo contrario, tarde o temprano, las carencias acaban saliendo, y arriba precisamente no vive Marilyn en busca del aire acondicionado.

Y sí, yo también volvía a casa sólo y borracho, y muchas veces por esperar a ver si habíagol de oro, sin la hamburguesa del Copos.



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