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Turismo de pueblo con fachada gótica

16/05/2025
 Actualizado a 16/05/2025
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Hay que reconocerlo: la nueva proyección artística sobre la fachada de la Catedral es una maravilla. ‘Una historia narrada en piedra’, la han llamado. Imágenes en 3D, buen guion, narración cuidada… Por un momento uno olvida que está en León, ciudad de cada vez más luces apagadas y planes turísticos aún más oscuros. La experiencia merece la pena. Eso sí, algún día alguien debería atreverse a subir el volumen para facilitar la experiencia inmersiva, apagar las farolas de la plaza durante el espectáculo para no sólo disfrutar de la proyección sino de la retroiluminación de las vidrieras y, sobre todo, silenciar a los de siempre, que ya andan diciendo que esto espanta a los clientes de terraza. León es así: te montan un espectáculo a la puerta y el problema es que la luz molesta a los que sirven cañas.

Animado por el éxito y la compañía de familiares venidos desde Castilla, este sábado decidí completar el plan con la otra joya nocturna: las proyecciones de San Isidoro. Antiguamente, porque ya podemos hablar en pasado, se realizaban cada sábado desde las Cabezadas hasta las Cantaderas. Pero la plaza estaba vacía. Ni proyectores, ni altavoces, ni público. Ni siquiera una mísera nota informativa. 

Hace años fui parte implicada en que ese espectáculo saliese adelante sin apenas presupuesto, cuando desde el ayuntamiento logramos hacerlo con personal municipal. Hasta entonces se pagaban casi 2.000 euros por noche a una empresa para que encendiera los proyectores, colocara dos bafles y apagara un par de farolas. Literal. Además, logramos negociar con el artista Xavier de Richemont para reducir los costes de los derechos de autor, que inicialmente se planteaban como un pago vitalicio y no precisamente barato.

Pero lo grave no es que la proyección no esté lista. Lo grave es que nadie sabe cuándo volverá. Y aquí es donde entra el verdadero problema: León carece de política turística. Lo que hay es una sucesión de ocurrencias con pretensiones de plan. Todo dirigido al turista de cercanía, ese que viene de pueblos y ciudades de nuestra provincia con suegra y niños, se toma una tapa (gratis y bien de fritanga) y se vuelve a casa para tomarse un vaso de leche y a la cama.

Mientras, seguimos sin segunda fase del Parador de San Marcos. Sin una estrategia cultural clara. Sin promoción con ambición. La Diputación también aporta lo suyo: campañas sin alma, actos sueltos, lemas que no dicen nada, sin coordinación ni visión de conjunto. León, con su historia milenaria, sus monumentos únicos y su gastronomía envidiable, sigue presentándose al mundo con la energía de un folleto de gasolinera y la ambición turística de un concejal de pedanía.

Pero tranquilos, algún día volverán las proyecciones de San Isidoro. Lo anunciarán con una nota breve, en un medio local, sin programa, sin cartel, sin campaña. Y alguien dirá que la culpa es del clima. O de que en agosto todo el mundo está de vacaciones.

Y así seguiremos. Con luces de colores… y sombras de gestión.

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