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El turismo no es un gran invento 6 / Hoy: el guía

04/08/2024
 Actualizado a 04/08/2024
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Sobre la necesidad colectiva e individual de seguir a un guía, führer, caudillo, duce o conductor, motivo de abundante tratadística histórica, sociopolítica y hasta psicoanalítica, no entrará este texto, dedicado solo a veleidades veraniegas, pero no cabe desdeñar tales estudios para entender por qué el turista reclama con obstinación tales servicios siendo como es, en esos momentos, una alma libre de ocupaciones y en posesión de sus propias facultades económicas e intelectuales.

Empero, el guía ha de ser padre, madre y cuñado, llevar a sus polluelos prendidos y prendados del extremo de un paraguas –banderola los más gallardos– apacentándolos y revelándoles los secretos ignotos y triviales de una ciudad, un lugar, un edificio, un objeto o una costumbre con el arcano sistema de explicarlos a voz en pecho o megafónicamente. Una vez explicados, tales secretos son, ¿cómo decirlo?, evidentes y prosaicos, aunque asombrarán por igual su conocimiento y exégesis.

Uno de los más curiosos fenómenos del turismo guiado tiene que ver con la manera en que circula y se transforma la información: las palabras del guía, a menudo interferidas por mal funcionamiento del aparato fonador, cláxones, algarabías del grupo o ajenas o llano y sencillo desinterés, son más tarde reproducidas a otros con ánimo de revelar sabiduría tan arcana, quienes a su vez la llevarán allende y aquende. El resultado es como sigue:

– Nos contaron que allí se celebraron las primeras cortes de la democracia.

– ¿Las de Suárez?

– No, mujer, las de los griegos. De ahí Isidoro, que viene del griego ‘Isis dorado’. Un demócrata convencido.

– Qué majo.

Así se escribe la historia o el medio es el mensaje. Escojan frase.

El guía turístico monumental cuenta con varias opciones para ejercer su trabajo. La primera consiste en dejar al grupo que tome posesión de ritmo y nivel de las visitas y ofrecerse a solucionar sus dimes y diretes. No funciona, salvo que se sea un Cicerón y un Demóstenes, una Marie Curie y una Taylor Swift. A la vez.

La segunda se basa en aprender de memoria un relato o texto literal e inalterable, que describa y analice el objeto de interés, de manera que se sea capaz de recitarlo más allá de toda contrariedad y circunstancia. El esfuerzo es uno y las ventajas trinas. El enemigo de este método es la pregunta inesperada-incómoda-malintencionada, que pretende poner en aprietos, salvo que el guía disponga de las armas siguientes: un desparpajo a prueba de formalidades (un chascarrillo asimismo memorizado sirve para desactivar el peligro) o una inventiva digna de George R. R. Martin. Por otra parte, teniendo como tiene al grupo en su poder, el guía puede sortear cualquier sobresalto con un arma infalible: la sangre fría.

– Entonces ¿dice usted que las patatas bravas se llaman así por la bravura de los legionarios romanos?

– Yo no digo nada: la historia lo transmite.

– Perdón, perdón.

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