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De tsunamis silenciosos y monstruos

07/10/2023
 Actualizado a 07/10/2023
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Todo comenzó con un cambio de comportamiento del niño. A veces lo achacamos a una mera evolución, sobre todo en estos tiempos de tránsito de la niñez a la adolescencia. Pero Saorí, la madre de Minato, comenzó a observar que este se cortaba el pelo o hacía afirmaciones extrañas como «tengo cerebro de cerdo» porque alguien se lo repetía con frecuencia, también se ausentaba de casa a horas intempestivas o incluso realizaba actos temerarios contra su propia vida reflejo de una autoestima lastimada.

Siempre comienza así, son tsunamis silenciosos que nunca apreciamos, porque se trata de sucesos que solo cobran sentido cuando los hilamos de manera paulatina. Y una vez desentrañada la maraña, la realidad se precipita ante nuestros ojos y es entonces cuando reinterprétanos lo acontecido con las claves de la certeza que nos ha impactado en su estruendo y crudeza.

La fragmentación de la realidad, los puntos de vista distintos (una madre soltera protectora, un profesor sobre el que recaen sospechas, dos niños en búsqueda de identidad que se reconocen y fraguan una relación en la complicidad al sentirse distintos al resto y sufren rechazo por ello), son las técnicas que ha utilizado el japonés Hirokazu Koreeda en su última película, ‘Monstruo’ en la que el tema del acoso escolar aparece como telón de fondo.

Y ya en los primeros días de curso reaparecen nuevamente esos monstruos que pululan sueltos por los pasillos de los centros educativos y se perpetúan en los infames altavoces de las redes sociales. Esos monstruos, que ni siquiera saben que lo son, porque quizá les estamos educando en la escuela de la descalificación, el descrédito, las habladurías y el vituperio del otro ya sea por su atuendo, procedencia, identidad sexual, ideología, o creencia, o a veces, incluso por desafortunados sucesos como el que le sucedió a Jokin, o por una anécdota nimia que se magnificó en exceso perpetuando motes que la víctima acarrea con afectada paciencia, solo porque es una ‘tradición’ que se transmite de manera intergeneracional. Todas esas prácticas generalizadas, a menudo generan depredadores y depredadoras que buscan presas fáciles para volcar su descontento en ese círculo vicioso de insultos y agravios.

Jokin Ceberio no era japonés, sino de Bilbao, pero él no pudo soportar la presión. Tras finalizar su carta de despedida: «libre, oh libre seré cuando paren mis pies», se dirigió a la zona más alta de la muralla de Hondarribia y decidió poner fin a la que habían convertido en su monstruosa vida.

‘Monstruos’, estos días en nuestros cines; puede ayudarnos a prevenir esos tsunamis silenciosos que estallan cuando menos lo esperamos. Atención.

 

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