Ay abuela, vaya verano de incendios. Ya sé que no hay cabras. Solo te digo, que cuando he querido encenderte la lumbre, en un paseo corto por aquí al lado, entre cerezos, zanahorias silvestres y hayas, volvía con bolsas de palos bien secos para iniciar el fuego. Fui a gritar con mucha gente, lo que todos sabemos: «los fuegos se apagan en invierno», «los fuegos se apagan en invierno». Ya, ya sé, en noviembre o en febrero a lo mejor se han olvidado las cosas. De momento las quitameriendas salen para poner algo de color al negro del fuego. Ojalá no lo olvidemos, aunque traten de hacernos creer que la culpa la tiene no sé quién. Claro que no son los políticos, son algunos políticos. Me alegra que lo veas así. Son algunos políticos, no todos. Y ahora además han aprendido los mismos sinvergüenzas, que si de ellos procede decir que son lo que son, enseguida se los escucha en eso que llaman mítines, diciendo de los otros, lo que les encaja a ellos y solo a ellos. Sí, son muy listos, pero me alegro abuela, que te des cuenta.
Tu nieto anda buscando donde vivir. Los que tienen casas para alquilar, han subido los precios y nadie entiende porqué. Está desesperado, pero creo que al final encontrará. Ya sé que, si tuvieras mando, usarías todo el tiempo para que lo de vivir en un sitio, deje de ser cosa de abusones. Un amigo suyo vive en las afueras de la capital, y paga la mitad de lo que cobra para vivir en una habitación de las ocho que tiene en alquiler el dueño. Pero bebe abuela, y no te enfades que no sirve de nada. Por lo menos no pasa hambre y le gusta su trabajo.
Hambre, hambre pasan los que has visto en la tele. Las costillas, la espalda que se tarda en entender que es espalda, los ojazos enormes, que parecen estar cerca de cerrarse para siempre. No, no llores. Cambiemos de tema.
Claro que sigue habiendo gente en los bares, y en las vacaciones y la bolsa está por las nubes, y si hay fútbol van al estadio y a las funciones y a las terrazas. Pero se siguen quejando, es la cantinela de siempre: todo está fatal y la culpa la tiene el que siempre sale a colación. En breve caerán las hojas de los árboles y también será culpa de él. Estoy de acuerdo contigo, hacer política es buena cosa. Ver ahora por un lado a los enfadados que antes tenían mando, hablar porque pueden como los que rezan de corrido, sin prestar atención a la oración. Y ver por otro lado a los que malmeten sin escrúpulos, y sobre todo a los que intentan deshacer, pone de mal humor.
Los chicos apenas leen libros. Se unen a los de antes, a los de las terrazas que arreglan las cosas con una facilidad propia de ignorantes. Los chicos y los otros no leen, Tienen los mismos derechos y deberes que los que leen, se informan, etc. Qué difícil entender que todos somos iguales a la hora de elegir. Y qué mérito tienen los atorrantes que les enganchan en la riada de argumentos mentirosos a través de una o dos líneas de sus teléfonos portátiles. No te lo creerás, pero hay chavales que dicen anhelar a Franco.
Abuela, me tengo que ir. Me parece que hoy hemos hablado demasiado de política. Al venir saludé a tu vecina. Tenía buen aspecto y la chica que la cuida, la del pañuelo en la cabeza, me ha parecido que se entiende bien con ella. Por cierto, que las fiestas estuvieron muy bien. Mucha gente, vecinos que hacía tiempo que no se veían y desde luego la alegría de verse. Cómo eres, claro que es la alegría de verse vivos y estar otro año. El que vive al lado del pilón, sigue con su cantinela destructiva. Hablaba de la traída y de los chopos de la carretera, aunque también de las cerezas y ciruelas que hay que recoger antes de que lleguen los pájaros. Como siempre terminó diciendo, «y así seguimos como con todo». Aprovecho para irme y no termino de entender si quiere decir que así seguimos de bien, así seguimos de mal o simplemente, que así seguimos.
Besos. Ahí te dejo un libro que me parece que te gustará: la península de las casas no sé qué. Me lo han recomendado mucho.