No haberte ido

Albert García Sangrador
16/04/2025
 Actualizado a 16/04/2025

Seguro que conocen a alguna. Siempre tan ocupadas, tan dispuestas, tan versátiles. Puede que hasta una de ellas sea su marido, su hija recién graduada, su mejor amigo o incluso su amante, aquella que se despierta siempre antes de que suene la alarma y al irse a trabajar le pregunta: «¿Necesitas algo, vida?». En cualquier caso sabe, aunque solo sea de oídas, que son personas entregadas e incluso adictas al trabajo. Parecen tener ese «Je ne sais quoi» que las hace disfrutar de las guardias, peonadas, turnos rotatorios, vacaciones denegadas (porque otros dos ya las pidieron en esas fechas) y de ese casi síncope al que bromean haber llegado al acabar el turno. «The harder, the better» que dirían los americanos, y todo eso solo se justifica con la vocación señores, no crean que se la inventó Walt Disney.

Tengo 25 años, soy enfermero, tengo ese no sé qué y no me dan trabajo. No me malinterpreten, no es mi intención echar por tierra nuestra sanidad pública. Hasta la fecha si me he alimentado de algo ha sido de cachopos al cabrales, tortos de maíz, pastel de cabracho y algún que otro culín de sidra, todo ello gracias al servicio de salud asturiano, con sus más y sus menos, pero ante todo con una verdadera bolsa de contratación temporal actualizada cada año (siempre en abril, por si algún sanitario se lo está planteando).

Una campaña atractiva en redes, la de ‘¿Quieres vivir vivir en el paraíso?’, fue la que nos fidelizó a muchos graduados en la Universidad de León como candidatos a empleo en el Principado, y si bien es cierto que la realidad no fue tan edénica, muchos nos quedamos durante años con la sensación de formar parte de unas listas accesibles y públicas, en las que se respeta al trabajador y sobre todo rara vez falta empleo.

Mientras esto sucedía, un padre le escribía Whatsapp a su hijo semanalmente desde el hogar que abandonó. A cada mensaje le precedía siempre una noticia compartida de diversos medios digitales; si bien con el mismo mensaje. En todas ellas el Sacyl le echa de menos y le pregunta, al igual que el padre, «¿Cuándo vuelves?».

Años después el hijo vuelve a casa. Acude a un empleado de la gerencia pública de la ciudad donde nació, le pide trabajo y el funcionario encamisado grita: «¡BIENVENIDO! ¡PONED A ESTE HOMBRE A TRABAJAR YA! ¿DÓNDE QUIERES QUE TE MANDEMOS? ¿CUÁL ES TU PUEBLO?».

 El hijo casi se ilusiona. Cree que ha topado con su Jerry Maguire, cree de pronto en el sueño americano. Después, aparece alguien más serio y con más preguntas, que busca su nombre en el ordenador y le dice: está usted sancionado sin opción a nombramientos por no presentar su título universitario hace 2 años, durante los 10 días habilitados a tal efecto. El hijo tiene el título en el coche, aparcado a pocos metros de la gerencia, y pregunta cuándo podrá presentarlo. ¿Quién lo sabe? Sus 1129 días cotizados y su certificación de poco valen si no los enseñó durante esos 10 días tras la publicación del BOCYL. A la funcionaria se le resbalan las gafas por el puente de la nariz, o bien le mira por encima de las lentes, y el hijo no sabe si porque se le cae la cara de vergüenza o porque no está hecha para dar malas noticias.

Así pues, a las puertas de Semana Santa y frente al letrero de ‘We are closed’ en la cristalera del Sacyl, los buzones de contacto y envío de CV parecen su siguiente procesión. La temida y demonizada sanidad privada. Con sus nombres de santos para los hospitales y sus supuestas peores condiciones laborales, se le antojan estos días como tabla de salvación, en este Via Crucis en el que se ha convertido su regreso a la tierra prometida.

Esta es la historia que vengo a contarles, quizá la de un despistado, alguien demasiado joven y despreocupado o sencillamente la de un profesional recién graduado al que le cayó la etiqueta de tránsfugo por intentar vivir mejor, y a la vuelta se topó con el caciquismo voraz, ejerciendo de portero frente a un negocio que prometían abierto. Así que ya lo saben, avisen a sus maridos, a sus hijas, a sus mejores amigos y especialmente a sus amantes: quien te quiere mucho al final te quiere mal.

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