La estancia de tres ‘futuros papas’ en la ciudad de León (Pascual II, Calixto II y León XIV)

Manuel Carriedo Tejedo
20/05/2025
 Actualizado a 20/05/2025

Con motivo de la reciente elección del nuevo papa LEÓN XIV (nº 267), un religioso agustino estadounidense llamado Robert Francis Prevost nacido en Chicago (Illinois), que fue nombrado obispo de la sede peruana de Chiclayo (2015-2023) y cardenal después (2023-2025) por su antecesor Francisco (2013-2025), se ha venido aludiendo durante estos últimos días en no pocos medios de comunicación (nacionales y provinciales; de prensa, radio y televisión) a su ocasional vinculación con España, y (especialmente en la prensa leonesa) a sus dos visitas a la vieja ciudad de León en los años 1982 y 2002. Y sin embargo no ha sido el único pastor romano que antes de su ascenso al trono pontificio visitó nuestra ciudad. La historia de León es tan dilatada y lo suficientemente bien documentada como para poder acreditar la estancia en ella de otros dos ‘futuros papas’:

En el año 1090: PASCUAL II, nº 160 (1099-1118), un italiano llamado Rainerio Raineri nacido en las proximidades de Rávena (en la actual región de Emilia-Romaña), canónigo regular de Letrán primero, monje de Cluny después y finalmente cardenal presbítero nombrado por Gregorio VII (1073-1085). Sabemos que en 1089 fue enviado a tierras hispanas por Urbano II (1088-1099) como legado romano (cardinalis Sancte Romane Ecclesie Ranerius), y que en calidad de tal celebró en 1090, esto es, nueve años antes de ser promovido él mismo al papado (qui postea in papatum promutus fuit, añade el “Cronicón Compostelano”) un magno concilio legatino en León al que asistieron no pocos prelados del reino (entre los cuales el primado Bernardo, arzobispo de Toledo, y los obispos Raimundo de Palencia, Pedro de Calahorra, Osmundo de Astorga, Gómez II de Burgos y el anfitrión Pedro de León), en presencia del rey Alfonso VI, la reina Constanza, las infantas Urraca y Elvira Fernández y no pocos magnates, cuya estancia leonesa vino a coincidir (según el citado cronicón) con la muerte el 22 de marzo de 1090 del infeliz monarca García Fernández de Galicia (1066-1073), apresado con engaño por su hermano Alfonso y encadenado durante 17 años en el castillo de Luna, y que a la postre recibió honorífica sepultura en el panteón regio de San Isidoro, así aludido en un pasaje de la “Historia Legionense” traducido en su día por el maestro don Manuel Gómez-Moreno:

A cuyo funeral ambas hermanas, a saber, Urraca y Elvira, acudiendo según práctica regia, y ofreciendo a Dios por su alma la hostia saludable Rainerio, legado de la Iglesia romana, hecho papa después, pero que entonces dirigía casualmente un concilio sinodal en León, con Bernardo, arzobispo toledano, y otros obispos comprovinciales y abades, dieron sepultura a su cuerpo en la misma ciudad, junto a sus padres [Fernando I y doña Sancha].

Y en el año 1107: CALIXTO II, nº 162 (1119-1124), un francés llamado Guido, cluniacense también, hijo del conde Guillermo I de Borgoña [palatina], hermano del conde Raimundo de Galicia (casado con la infanta Urraca Alfonso, luego reina) y tío del futuro emperador Alfonso VII. En calidad de arzobispo de Vienne (1090-1119) vino al reino desde su lejana archidiócesis (sita en la actual región de Auvernia-Ródano-Alpes) con motivo del fallecimiento de su hermano Raimundo en la cercana villa leonesa de Grajal de Campos (20 septiembre 1107) y su entierro en la catedral jacobea del poderoso obispo Diego II Gelmírez, poco antes, pues, del importante concilio convocado en León a finales de diciembre de 1107 por el que ya era un anciano Alfonso VI († 1109), así rememorado por el canónigo Giraldo de Beauvois en un pasaje de la “Historia Compostelana” traducido no hace mucho por la doctora Emma Falque Rey:

Este [el rey Alfonso VI], al haber apartado el destino a su yerno el cónsul Raimundo de la visión de la luz presente y al ser presentado su hijo [el futuro Alfonso VII] que aún no había cumplido los tres años ante su piadosísima presencia, conmovido su corazón por el afecto de un profundo cariño, les habló así a todos los nobles de Galicia… los cuales siguiendo su mandato habían ido a León: «El padre del niño obtuvo todo el gobierno y todo el derecho de Galicia y por ello… os declaro sin duda servidores de su hijo, mi nieto, y le dejo toda Galicia en herencia en caso de que Urraca, su madre, quiera casarse; y para añadir credibilidad… os ordeno que delante del arzobispo (Guido) de Vienne, tío del mencionado niño… prestéis este juramento» […] Así pues, después de pronunciar este juramento dentro de las murallas de León… con el permiso de tan gran príncipe cada cual regresó a su tierra. 

Tres papas originarios de distintos territorios, que traspasaron los muros de la vieja ‘urbe regia’ leonesa en distintos siglos (XI, XII, XX y XXI), y que llegaron a ella debido a muy distintas causas. Pero siempre con un nexo común: Roma, la ‘Ciudad Eterna’.

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