El Parlamento negado

Adrián Santamarta Rodríguez
19/07/2023
 Actualizado a 19/07/2023
Da por León, tanto la capital como la provincia, lo necesitaban como el comer. Era el golpe definitivo sobre la mesa para poner a nuestra tierra en primera línea política. Era la ocasión histórica que ansiábamos para que el foco mediático estuviera por fin aquí.

No todos los días, ni tan siquiera todos los años, España tiene el privilegio de presidir el Consejo de la Unión Europea. Se trata de una atribución tan excepcional que, desde nuestra adhesión a la antigua Comunidad Económica Europea en 1982, tan solo en cinco ocasiones la ‘rojigualda’ ha ondeado con privilegio por encima del resto de banderas en Bruselas. Es una lástima que la presidencia rotatoria se vea truncada por el inesperado adelanto electoral del 23-J. Y es que, entre pitos y flautas, cuando el nuevo Ejecutivo tome posesión, si es que se alcanza ese supuesto, y sus señorías despierten del aletargamiento estival, habrá trascurrido prácticamente un tercio del mandato europeo.

Si tildamos de excepcionales los turnos en los que España ha decidido buena parte de los designios de la política europea, mayor singularidad tiene que sea León la ciudad donde se produzca el pistoletazo de salida. Fue allá por el pasado mes de abril cuando el Gobierno de Pedro Sánchez desveló su intención de celebrar en León una conferencia internacional sobre parlamentarismo. Este evento serviría para rendir tributo a la capital legionense por ser oficialmente considerada la Cuna del Parlamentarismo y, al mismo tiempo, abrir de forma oficial la presidencia española de la Unión Europea.

Por aquí debimos pensar que “la ocasión la pintan calva”. Y durante las siguientes semanas la impactante noticia guareció. En la calle nada se sabía. A buen seguro en los despachos se fueron trazando las líneas maestras sobre las que se asentaría una cumbre internacional que acogió a delegaciones de casi cuarenta países. Casi nada.

La ciudadanía leonesa fue testigo de cómo se desarrolla una cita de estas características. Un gran dispositivo policial patrullaba las principales arterias de la ciudad; los helicópteros surcaban el cielo a pocos metros de la cúspide de la ‘Pulchra Leonina’, astutos guías caninos agudizaban su olfato en cada rincón; e incluso los subsuelos fueron inspeccionados; cada arqueta fue levantada, revisada y precintada. Un redoble en materia de seguridad que en la apacible ciudad de León nunca se requiere.

El cónclave que debía poner a la provincia de León en el mapa no fue tanto como algunos auguraban. Es cierto que la Real Colegiata de San Isidoro acogió el encuentro entre un nutrido grupo de diplomáticos llegados de diferentes partes del mundo. Es verdad que aquel día, entre otras personalidades del panorama político español, estuvieron presentes la primera, tercera y cuarta autoridad estatal. Igual de palpable es que en todos los discursos se elogió el papel de León como fundador del parlamentarismo moderno que alimenta las consolidadas democracias europeas.

Del mismo modo es incuestionable la capacidad de la sociedad leonesa para malograr oportunidades brillantes. Un sentimiento de acomplejamiento que nos eclipsa cada vez que disponemos de alguna opción para retomar el pulso perdido hace décadas.

Por eso, los cazurros somos también pioneros en dejar escapar trenes. Trenes que pasan una vez y luego las vías quedan huérfanas, como es la añorada Ruta de la Plata o la interminable integración de FEVE. Y es que, es la propia Unión Europea quien, en el tiempo de descuento, ha dado una vida extra a la línea Plasencia-Astorga.

En vista de esta medida extraordinaria adoptada en Bruselas, los vecinos de San Andrés del Rabanedo quisieron lanzar un órdago a los mandatarios europeos durante su estancia en la capital. La Plataforma por el Soterramiento del Ferrocarril solicitó cortar la carretera N-120 como medida de presión. Pero la Subdelegación del Gobierno no dio su beneplácito alegando motivos de seguridad; por ello, algunos afectados colocaron pancartas aludiendo a la Unión Europa para pedir su ayuda en una vieja promesa enquistada entre las catenarias que estrangulan al municipio. El lema «Please, Europe help Trobajo» se coló entre los discursos de los diplomáticos, aunque la inmensa mayoría desconocía el motivo de esta llamada desesperada de auxilio. Quizá alguno, por mera curiosidad, pudo mostrar cierto interés en saber sobre el tema; el resto no.

A las puertas del románico templo de San Isidoro también se manifestaron integrantes del colectivo Conceyu País Llionés. Su reivindicación traspasó la frontera de los Pirineos para resonar con fuerza en el corazón de las instituciones europeas. Los participantes en la cumbre internacional pudieron leer un enorme «LEXIT» que, a buen seguro, aceleró las pulsaciones de quienes vivieron en primera persona el dificultoso proceso del ‘Brexit’; aunque, a la vista está, que no tienen ningún tipo de semejanza. Por si aún quedaban dudas, desplegaron otra pancarta cuyo lema resume perfectamente la humillante situación político-administrativa que padece la Región Leonesa desde el matrimonio ‘de facto’ con los pedazos de Castilla la Vieja cuando, curiosamente, se cumplen 40 penosos años: «León, Cuna del Parlamentarismo; sin Parlamento propio».

Resulta cuanto menos irónico que, la región histórica del Estado español en la que surgió el parlamentarismo hace 835 años no goce de ese privilegio democrático. Eso sí, siempre hay tiempo de ocurrencias peregrinas como proponer un traslado permanente de la sede del Senado a Barcelona. Puestos a descentralizar las grandes instituciones estatales, León debería tener una prevalencia frente al resto de opciones. Porque nosotros somos los herederos de los que pusieron en marcha esta fórmula de gobierno. Los cazurros no somos tan ambiciosos como los catalanes; nosotros nos conformaríamos con tener lo mismo que tienen las otras 17 comunidades autónomas: una cámara parlamentaria propia que representara la soberanía del pueblo leonés.

Los más reacios a ofrecer esa concesión tirarán de hemeroteca para recordarnos que León ya acogió una sesión plenaria del parlamento autonómico. Fue en mayo de 2016 cuando en el claustro de la Colegiata se celebró un Pleno de las Cortes de Castilla y León para reconocer a la capital legionense como Cuna del Parlamentarismo. Aquel paripé será recordado por ser la primera y única vez hasta la fecha en que la asamblea salía fuera de Valladolid. La jornada estuvo cargada de discursos ambiguos en los que se presentaba a las Cortes autonómicas como legítimas herederas de aquella vetusta Curia Regia de 1188. Nada más lejos de la realidad. A las puertas del templo un grupo de leoneses mostraron su repulsa por tergiversar la historia en un Pleno bochornoso.

La muchedumbre se apacigua; el calentón remite; nos hacemos pequeños. Y es que nuevamente aparecen los fantasmas. Ese sentimiento de mediocridad que nos atenaza; que nos coarta a la hora de exigir con firmeza lo nuestro, lo que nos corresponde. Porque crear un logotipo e incorporarlo junto al blasón del Ayuntamiento de León en los elementos impresos; así como instalar señales informativas en todos los accesos a la ciudad, no es suficiente. Eso solamente es una forma de recordar lo que creamos en el pasado y lo que ya no tenemos en el presente. Pero futuro no está escrito.
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