Cuando el viajero, el peregrino, el transeúnte o el creyente alcanza la Puerta del Cordero de la Real Colegiata Basílica de San Isidoro, en un sillar próximo a la albanega derecha que ocupa el altorrelieve del niño mártir Pelayo, se encuentra con una inscripción donde le es dable leer que «por privilegio inmemorial, en esta Basílica está permanentemente expuesto el Santísimo Sacramento».
D. Antonio Viñayo, en 1971, resumía esta augusta prerrogativa con estas bellas afirmaciones: «El cuerpo del más sabio de todos los españoles y pedagogo de Europa, Isidoro, es la peana del Santísimo Sacramento, perenemente expuesto, desde siglos inmemoriales en el altar mayor de la Basílica. A su lado, Martino, el doctor de la Eucaristía, perfila sus argumentos teológicos. A los pies del templo, arropados en piedra, veinte reyes hacen la vela permanente. Hoy la Basílica no se cierra, ni de día ni de noche. Quinientos caballeros leoneses, repartidos en treinta equipos, dan guardia nocturna cada día del mes ante el altar del Santísimo. Millares de fieles hacen la vela diurna (…) Hombres y mujeres de todas las clases sociales y profesiones, acuden diariamente a ‘hacer la visita al Santísimo en San Isidoro’, o a ‘San Isidro’, como decían antes».
Asimismo, D. Julio Pérez Llamazares, abad-prior igualmente de la Real Colegiata de San Isidoro, por designación del rey Alfonso XIII, desde 1915 hasta su jubilación en 1956, escribió una hermosa obra titulada: ‘León, ciudad eucarística’. En el introito de la misma, nos procura también algunas claves en relación con el citado privilegio: «Por lo que hace al culto del Santísimo, basta leer los ‘Milagros de San Isidoro’ para saber que estaban las puertas de la Basílica, desde todo el siglo XI en adelante, abiertas de noche y de día, y que multitud de enfermos allí pasaban las noches y los días esperando que el Ángel de las Misericordias se llegase a ellos y les devolviera la anhelada salud».
La festividad del Corpus Christi tiene su origen en Lieja, antigua ciudad episcopal de Bélgica. Corría el año 1246. Fue extendida luego a toda la cristiandad por el Papa Urbano IV, mediante la Bula ‘Transiturus’, promulgada el 8 de septiembre de 1264, donde se ordena la celebración de la fiesta del Corpus Christi, a los sesenta días de la Resurrección del Señor.
Precisamente, de aquellos días del siglo XIII data también el himno litúrgico al santísimo Cuerpo de Cristo, el mirífico ‘Pange Lingua…’ compuesto por el dominico Santo Tomás de Aquino, en nobilísima competencia con el franciscano San Buenaventura, de quien se cuenta que al escuchar las sublimes estrofas escritas por el doctor escolástico, hizo pedazos la composición que llevaba escrita. Refiere la tradición que aquéllos fueron los primeros pétalos que rindieron pleitesía al Señor en la nueva fiesta del Corpus Christi.
Aquí, en León, esta fiesta del Cuerpo y de la Sangre de Cristo ha sido siempre un solemne y admirable homenaje popular a Jesús Sacramentado, que ha contado con la participación de todos los estamentos sociales. El protocolo recogido por el Marqués de Fuente Oyuelo, en el capítulo XXX de las ‘Políticas Ceremonias’, editadas por vez primera en 1693, así lo acredita: «La fiesta del inefable Sacramento de nuestro Redentor Jesucristo la hace toda a sus expensas el siempre grande e insigne Cabildo de la Catedral, con la magnificencia, grandeza y mayor culto que cabe en lo posible, no excediéndola otra ninguna; de forma que la Ciudad [el Ayuntamiento] no interviene en ella más que con su asistencia. Júntase a la hora asignada, y cuando va saliendo la Procesión, al querer moverse la Custodia, se pone en forma; dánse a los Caballeros Regidores varas doradas, en memoria de que solían llevar las del Palio; pero después que se hizo la rica Custodia que hoy tiene y andas de plata, tan levantadas y suntuosas que es imposible llevarse a hombros y va en Carro Triunfal, se excusó el Palio, y por eso se conserva esta memoria. Luego viene un Señor Prebendado, que es siempre el Administrador de la Fábrica y va dando las velas a la Ciudad [es decir, a la Corporación Municipal], con que sigue la Procesión. Y se advierte que las varas no las llevan más que los Caballeros Regidores y los Ministros sólo velas, y este día no se asiste a misa ni a otra función más que a la Procesión».
En aquellas postrimerías del siglo XVII, figuraba todavía en el cortejo eucarístico la famosa Custodia ejecutada en León, entre los años 1504 y 1510, por el alemán Enrique de Arfe. De estilo ojival y un peso estimado de ocho arrobas, constaba de cinco cuerpos. Fue sufragada por la piedad popular. Y en su conjunto se componía de 5.000 piezas. Las andas de plata, que portaban posiblemente sacerdotes y servían de soporte a este primoroso objeto de arte, realizadas entre 1555 y 1557, eran obra de su hijo Antonio de Arfe. Debido a su enorme peso, se construyó un carro triunfante que ejecutó un escultor flamenco.
De esta custodia, en 1572, el cordobés Ambrosio de Morales, en la ‘Relación del Viaje’ que hizo por mandato de Felipe II, anotó que «el aderezo, que en esta Iglesia [La Catedral de León] tienen para sacar el Santísimo Sacramento el día de su fiesta, es la más insigne cosa que hay en Europa; que así refieren lo han afirmado los Generales de Franciscos, y Dominicos, viéndolo, y porque andan por toda la Christiandad y lo ven todo, se les puede creer».
Entonces, en el orden de la procesión tenían asiento la Tarasca y los Gigantones. Lo mismo que en otros tiempos más recientes a nosotros la escenografía urbana se engalanaba con profusión. Hoy, las costumbres han cambiado. A la sazón, calles y plazas se tapizaban de romero o tomillo, de espliego o cantueso; los balcones se cubrían con colchas, tapices, reposteros y damascos; y en determinados lugares, el vecindario devoto alzaba altares de una enorme y evangelizadora belleza. Actualmente, esta última tradición, salvo en casos excepcionales, tristemente, apenas tiene eco ante la Puerta del Perdón de San Isidoro y ante los cenobios femeninos por donde transcurre la procesión, bien sea el año par o impar.
La razón de que esta procesión realice dos itinerarios alternos y tradicionales se encuentra en un acta municipal del 11 de mayo de 1644 donde se recoge «que por alguna inconveniencia el Cabildo [Catedralicio] había acordado que la procesión del día del Corpus, que solía hacerse por toda la ciudad, se decidiese que un año fuera por la calle de la Herrería de la Cruz abajo [calle Ancha] y otro por las de la ciudad de León arriba… lo cual, vista dicha proposición, acordó [el Ayuntamiento] se cumpla el acuerdo que el Cabildo ha hecho en razón de la dicha procesión».
Éste es el motivo por el cual los años impares la procesión recorre los barrios de Nuestra Señora del Mercado y de San Martín, y los años pares el barrio de Santa Marina, antiguo barrio de la nobleza. Era Corregidor de la ciudad D. Bernardino de Meneses y Zapata. Y obispo de León, D. Bartolomé Santos Risoba, un intelectual de fina sensibilidad.
En esta antigua capital del Viejo Reino, esta luminosa fiesta eucarística tiene unas raíces muy sólidas. La primera procesión del Corpus Christi en León data del 8 de junio de 1378. Se debe esta referencia a la excepcional y fecunda labor investigadora de D. Raimundo Rodríguez Vega, canónigo y archivero de la S.I. Catedral legionense y capellán de las MM. Concepcionistas hasta su fallecimiento 1953, «un hombre –en palabras de Marta Prieto Sarro– que conoció y amó la Catedral desde una perspectiva que sobrepasó lo arquitectónico». De aquella primera procesión se cumplen ahora 640 años.
Máximo Cayón Diéguez es cronista oficial de la ciudad de León.
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