Destrozando el oeste. Fin definitivo del tren Ruta de la Plata

Por Juan Carlos Ponga Mayo
02/01/2022
 Actualizado a 02/01/2022
No es la primera vez que vengo a las páginas del periódico a denunciar las decisiones políticas que han sumido a las provincias del oeste en el desastre. Desde aquel aciago día de 1985, en que el gobierno de Felipe González decidió hundir en la miseria a las provincias de Extremadura –Cáceres y Badajoz–, y del antiguo Reino de León –León, Zamora y Salamanca– al desmantelar la comunicación ferroviaria que las unía, el llamado tren (de la) Ruta de la Plata.

Hoy vuelvo ante la noticia de que el gobierno ha solicitado a la Unión Europea eliminar de la Red Transeuropea de Transporte (TEN-T) la conexión ferroviaria entre Astorga y Plasencia, o lo que es lo mismo entre Extremadura y las provincias del antiguo reino de León.

Esta noticia, hasta el momento, no ha llevado a ningún político de la comunidad a protestar. Nadie ha levantado la voz sobre este tema, lo que no es nuevo, pues han sido muy escasas las voces que han reclamado este transporte tan imprescindible para la comunicación del oeste.

Al eliminar el tren que relacionaba entre sí estas provincias, la única comunicación posible ha sido a través de la carretera, en manos de las empresas privadas de transporte. Si a esto unimos que la carretera de Gijón- Sevilla, en el tramo de León a Mérida, fue una de las últimas en desdoblarse y convertirse en autovía, tenemos que la comunicación interprovincial ha sido casi nula.

Las relaciones entre las provincias del antiguo reino de León y Extremadura han sido muy estrechas desde antiguo y se han mantenido en el tiempo, a pesar de las actuaciones de los gobiernos centrales.

Si nos remitimos a la historia hay que reconocer que el origen de Extremadura está en que en su momento fue la parte más lejana del reino de León y se la conoció siempre como la Extremadura Leonesa, en contra de la Extremadura Castellana, que era la provincia de Soria, tal como reza en su lema: «Soria pura, Soria dura, Cabeza de Extremadura».

Volvamos al tema. Las comunicaciones entre estas dos comarcas, regiones o tierras, como cada uno quiera llamarlas, ha sido constante y se ha mantenido no solo en las relaciones administrativas, si no, también en las relaciones comerciales y culturales.

Ahí tenemos a los rebaños de ovejas merinas que suben al final de la primavera hacia los pastos de las montañas de León y retornan a Extremadura en el otoño, con pastores extremeños algunos y con leoneses otros y las canciones populares que se repiten en música y letra tanto en un territorio como el otro. Recordemos los pueblos del sur de Badajoz con su determinativo, de León.

El abandono de los gobiernos centrales hacia estos territorios ha estado marcado por la necesidad de mano de obra barata para Madrid y el mediterráneo. Pero mientras el gobierno de la Comunidad de Extremadura ha luchado contra viento y marea para hacer salir a sus dos provincias de este túnel, los gobiernos de la Comunidad de Castilla y León no han hecho nada por las tres provincias del oeste, al contrario, las ha dejado pudrirse en su propia salsa y ha ido invirtiendo en el eje del este, Valladolid-Burgos, siguiendo los postulados de los diversos gobiernos centrales.

El ferrocarril ha estado siempre mal visto en España, aunque algunos piensen lo contrario, nunca se ha considerado un medio de transporte social, ni una comunicación imprescindible entre territorios. Sus trazados no han respondido a nunca a las necesidades sociales, sino a intereses especulativos. Esto se ha agravado con la imposición de las vías de alta velocidad, publicitadas como un avance, cuando han resultado el medio de destrozar el tren convencional, tan importante para la comunicación entre pueblos y comarcas. EL AVE solo sirve para comunicar grandes ciudades, hundiendo en la miseria a los territorios por los que pasa y las grandes inversiones que se hecho no se recuperarán nunca.

Mientras al tren tradicional se le exige que sea rentable económicamente y no se invierte un euro en él, el AVE es una ruina económica desde el principio y nada se le exige, solo un viaje a Madrid unos minutos más corto. Con eso se arregla todo, con llegar antes a Madrid, como si Madrid fuera el Cielo y el culmen de todo. Nadie pregunta por las comunicaciones ferroviarias entre Salamanca y Cáceres o León y Zamora, que no existen.

Somos el culo de España, permítame la expresión, nos estamos despoblando sin remedio, las empresas especulativas siguen apostando por la explotación del territorio y su desertización: primero fueron las minas y los pantanos y ahora los molinos y los huertos solares. Algunos, si pudieran, obligarían a los habitantes de nuestros valles a emigrar con sus pertenencias como se hizo en los cincuenta con pueblos como Oliegos o los del valle de Luna. Sobramos, somos campo de explotación y en las próximas elecciones seguiremos votando a los explotadores. Así nos va. ¡Basta, ya!
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