Mañana es 1 de mayo, Día Internacional del Trabajo. Eso que está reconocido como un derecho y un deber. Se entiende que, por tanto, debería llevar el calificativo de digno. Lamentablemente en muchos casos está lejos de serlo. Existen ofertas con condiciones inaceptables. Sueldos precarios, horarios inadecuados, inestabilidad, presión excesiva…
Sin embargo, o tal vez a causa de ello, nuestra percepción del mundo laboral está cambiando. La motivación a la hora de elegir una empresa para formar parte de ella, la perspectiva de continuidad o el tiempo de nuestra vida y el esfuerzo que estamos dispuestos a dedicarle, entre otros aspectos, no son los mismos que hace unas décadas.
Diversos estudios realizados sobre esta cuestión coinciden en señalar este cambio, aún más acusado en los jóvenes que acceden ahora al mercado laboral.
Según sus conclusiones, se da prioridad a disfrutar de más tiempo libre, a una flexibilidad que facilite la conciliación y también a los proyectos estimulantes que ayuden a cumplir determinadas expectativas personales. Estos puntos tienen más peso que el salario, incluso que un ascenso.
Este nuevo enfoque tiende a materializarse con el impulso del teletrabajo a raíz de la pandemia de Covid y con las semanas laborales de cuatro días, que ya se han implantado en varias empresas. Aunque los empresarios en general son reacios a adoptar estas medidas, parece que ambas resultan positivas tanto para los trabajadores como para la productividad.
No obstante, queda un largo camino por recorrer. En España la tasa de paro es demasiado elevada, indicador de lo complicado que es conseguir trabajo y mantenerlo en el tiempo.
El aumento del absentismo y de las bajas relacionadas con la salud mental describen por sí solas la insatisfacción, ansiedad y demás problemas que genera un mal ambiente laboral.
Karl Marx dijo «el trabajo dignifica al hombre». Claro que para eso el trabajo debe reunir ciertos requisitos. Ojalá algún día así sea, sin excepciones.