No estamos hablando ahora de los típicos salones de belleza, ni de algo que tenga que ver con la cirugía estética, o con los consabidos concursos para ver quién es más guapo o guapa, sino más bien con la belleza del arte . Y más concretamente de un arte en el que Castilla y León es de lo mejor del mundo. No solo las catedrales de Burgos, León, Zamora, Salamanca, Segovia, Palencia… y de las restantes diócesis de Castilla y León, sino infinidad de templos y monasterios esparcidos por toda la región demuestran que no estamos exagerando. Aquí podemos permitirnos el lujo de realizar cada año, sin repetirnos, exposiciones tan brillantes como son “Las Edades del Hombre”, que llevan ya veintiocho ediciones.
Este año le ha tocado, por segunda vez, a Zamora. Ciertamente, la ciudad de Zamora es toda ella una exposición permanente, con su catedral, sus numerosas iglesias románicas y otros muchos edificios muy dignamente conservados y restaurados. El título de la muestra actual no puede ser más oportuno: “Esperanza”. Justo lo que la humanidad y todos nosotros más necesitamos en el momento actual, tan hartos de guerras, de corrupción, de mentiras, de sufrimiento… Sin duda el lenguaje de esas, piedras, de esas imágenes, de esos lienzos, inspirados en la Buena Nueva de Jesucristo, es la mejor respuesta a la desesperanza. De la misma manera que ha sido la persona y el mensaje de Jesús la mejor fuente de inspiración de tan grande e inigualable belleza. Gracias a Dios, a pesar del enorme poder destructivo de las desamortizaciones o de la quema y destrucción de miles de templos y obras de arte de los antepasados no tan lejanos de muchos políticos actuales, aun es mucho lo que nos queda, si bien más dañina que la destrucción del patrimonio físico es el continuo intento de destrucción del patrimonio espiritual, una de cuyas consecuencia es la ruina moral de las personas. No nos dejemos engañar.
En medio todo esto ha sido un gran acierto la celebración, estos días, en Zamora, del VII Congreso de Profesores de Religión de Castilla y León, bajo el lema “El patrimonio como recurso educativo”. La clase de religión es una ocasión privilegiada para que niños y jóvenes sepan valorar el impresionante patrimonio que nos han dejado nuestros antepasados, para que sepan descubrir a través de la belleza del arte, la belleza de la doctrina que lo ha inspirado y, sobre todo, a descubrir el verdadero sentido de la vida y los motivos para no perder la auténtica esperanza.